Poema 322: Lejano

Lejano

Todo parece muy lejano en este final de abril,

el inadvertido quinto centenario comunero,

aquel día de ilusión en la cola de vacunación,

las primeras páginas del enorme libro que leo.

Ha pasado un año de bruma pandémica,

la naturaleza brota con mucha fuerza otra vez,

hay de nuevo grúas en cualquier horizonte urbano,

pero aún todo termina a las diez.

El terreno de juego ya no es presencial

y el miedo se va disipando en las mascarillas,

en cifras ya asumidas en su enormidad,

en una cierta esperanza que no parece completa.

La magia puede observarse en cualquier acto cotidiano,

basta con evocar los meses pasados,

o elevar la vista a los cielos que tanto miramos,

para sentir el contraste de una vitalidad en ebullición.

Lejos quedan piscinas, aplausos, carreras deportivas,

el contacto físico de un partido de futbito,

el vapor en las duchas comunales tras el esfuerzo,

aquella sala de cine a reventar en un estreno.

Más lejos aún quedan pequeños olvidos,

lastre necesario con que equilibrar los límites invisibles,

en una reeducación vital lenta, consistente y necesaria,

la forma básica de sumergirte en la esencia del presente.

Poema 321: Un final posible

Un final posible

Imágenes de primavera florida,

datos, vacunas, ciencia,

el olor salvaje de las flores de saúco,

las escobas en flor amarillo intenso en los ojos,

el movimiento humano que resurge,

un artículo sobre cuadrillas de amigos,

caminantes de todo tipo y condición

hacen elevar la esperanza,

prometen días de vino y rosas en sazón.

Solo la lluvia y el dolor acumulado

contraponen la magia del despertar natural,

las densas nubes de Lola,

el silencio de las aves ante la tormenta,

teorías conspirativas varias,

un fascismo que nada bueno recuerda,

tañen notas de prudencia ancestral.

Es un tiempo de perseverancia, lujoso

como todo tiempo vital, como todo gesto

amistoso de ojos que bailan al verte,

como cada conocimiento que atesoras,

la voz afinada de una soprano a capela

o el vuelo afilado y certero de una cigüeña.

Se repite un ciclo humano, las sensaciones,

el ansia de caminar por una playa ahora prohibida,

poder programar un viaje,

leer sentado en un campo de cereal

consciente de que los alérgicos, ciegos o sin olfato

no van a disfrutar de esos momentos.

Tendrán otros, desenfrenos que no imagino,

anhelos largo tiempo durmientes,

la risa coordinada y cómplice con otros grupos humanos,

la preparación de un banquete

o el fin del Archipiélago Gulag tan extenso.

Se acerca un final posible, un relato de futuro,

una salida venturosa reconvertida en continuidad,

el instante en el que las mentes vacías

descargarán cada ítem que otros han sabido colocar.

Poema 320: Libros

Libros

Abro un libro triste, de despedida,

con la alegría primordial

de encontrarme el marcapáginas de mi hija.

El escritor maldito dejó un libro

terrible y sin embargo fascinante.

Leer un poema me cambia el tono del día.

Los miro, apilados, algunos con polvo,

son un tesoro, una promesa de buenos ratos.

Me vigilan, su presencia es estética,

orden, la estructura del mundo que me rodea,

múltiples ventanas, caminos, esperanzas.

En un tiempo recobrado de primavera

ansío encontrar un hermoso lugar en el campo,

desplegar mi silla y sentarme a leer,

levantar la vista un instante y absorber el verde,

llenarme los pulmones del despertar del cereal.

Poema 319: Achicar

Achicar

“L’enfer c’est les autres”

J. P. Sartre

La vida te mantiene siempre alerta:

un egoísta que no quiere vacunarse,

el negacionista de la pandemia,

un crédulo al que le conviene el error,

todos los compromisos contraídos.

Si un día descansas por obligación,

–enfermedad, placer, agotamiento–

al día siguiente tienes la barcaza medio hundida,

y ahí comienza el achique.

El destino de tu barca es hundirse,

pero la adornas, amplías, embelleces y cuidas,

procuras que no sea fuente de disgustos.

Escribe, escribe, escribe, lee, lee, lee,

entonces el agua ha entrado ya a chorro limpio,

lo sientes en las pantorrillas,

tienes cubos grandes y pequeños,

pero sobre todo necesitas tiempo, tiempo, tiempo.

Cuando el agua aparece por las rodillas

dispones de múltiples recursos:

cubos grandes y pequeños, bombas de achique,

pero también existe la suerte y las ayudas,

otros brazos, un sol que ilumina tus ojos,

una dosis de autoestima que te encandila.

Has aprendido con el tiempo que la barca se hundirá,

pero también que lo más probable es aún no lo haga,

y vives como si no fuera a hundirse,

cuidando de que no se encharque demasiado.

Cada vez hay más boquetes

pero soportas el agua con más estoicismo

disfrutas incluso con la forma de la inundación,

te estás convirtiendo en agua y adoptando sus formas.

Poema 318: Una palabra extraña comienza la historia

Una palabra extraña comienza la historia

Puede ser una planta exótica

o una estrella de la que no habías oído hablar,

o el nombre en clave de un puerto pirata,

quizás la maldición de un dios antiguo.

Tendrá un color dependiendo de sus vocales,

un sonido cercano a tu habla

una forma en la lengua que la moldeará.

Si fuera una estrella, sería un punto fijo

una guía para marinos o caravanas,

un divertimento en la noche de perseidas.

Si una planta, podría ser carnívora

o bien desecada un bebedizo, filtro amoroso,

pócima o elixir de una cierta juventud.

El puerto pirata sería un lugar aleatorio

en el que la muerte o la vida se jugarían a los dados,

una tierra efímera y efervescente.

El dios, me lleva a Egipto, de nuevo a la arena

de un desierto que tuesta la tez,

levanta tormentas de arena que ocultan la momia.

Las palabras moldean el mundo,

lo visten e iluminan, dan sentido a la vida,

o forman nubes y neblinas, lo oscurecen

a la espera de un viento suave y húmedo,

cálido y marino que despeje toda la tensión,

y resucite esperanza e ilusión del azul celeste.