Poema 544: Memoriam Omnium Rerum

Memoriam Omnium Rerum

En la velocidad el vértigo oculta la belleza,

–montañas calvas, morrenas, canchales–,

los volcanes y el pavor ancestral heredado,

un lago verde, charco marino, montaña negra,

la calma de unas horas hermosas e incógnitas.

La vista traiciona cuanto anhela,

sin embargo, la piel absorbe, funde, clarifica,

la nariz transporta, evoca, mitifica y desnuda.

El recuerdo de los hitos se posa en una veleta,

el sonido del viento y un clic metálico

que la mano de mi hijo produce en el mástil.

La Ensalada César tras la agotadora jornada,

el cuerpo que busca recuperar sales y energía,

luz verde sobre el estanque trapezoidal:

una pata triangula las aguas con sus vástagos,

cañas, enredaderas, lavandas, césped y un tractor.

Puestas de sol lentas, contemplación,

antes de una cena doméstica y deseable,

días de lectura, de creación de poemas simples,

calma y reposo de todos los sentidos.

El envolvente museo de la igualdad,

reivindicación sutil de los nuevos tiempos

y un viaje de reencuentro ascético del trance.

Poema 380: La luna enciende la cebada

La luna enciende la cebada

La luna enciende la cebada

recién regada por la tormenta.

Tras la lluvia, huele a cereal espigado,

hay mucha feracidad en las plantas.

Algunos árboles del paseo están huecos

pero han brotado sus hojas de un verde intenso.

El viento hace ondular las espigas

y la luz del anochecer crea una atmósfera mágica.

Solo, en medio del campo, me pregunto por esta belleza

por la singularidad de este momento

en el que mis sentidos aprehenden cuanto abarcan;

también por la soledad y la despoblación,

al igual que días atrás en las Batuecas

me preguntaba por la vida en los eremitorios,

consciente de que el lunes

soportaría los ruidos y la contaminación urbana,

el gris opaco del asfalto en los ojos

impregnados de verde y trasparencia en ese instante.

Cada estación, añoro más la vida al aire libre

el riesgo y la soledad

frente a la seguridad socio-sanitaria de la ciudad;

la meditación y el éxtasis

frente a las prisas compulsivas y las adicciones tecnológicas.

Vuelvo envuelto en mi propia nube,

en el placer renovado de los sentidos,

de nuevo domesticado y cómodo

al mundo aséptico de horarios y sentidos limitados.

Poema 77: La vida en mayo

  La vida en mayo
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Lentitud. Los ojos mínimos
perturbados por algún polen.

Belleza, tanta, tan inasible,
un ondulante mecer
de un centeno allí donde lo esperas.

En el cruce del camino pinariego
no hay sembrados este año.

Corre cantarina el agua del río,
entre juncos y sauces,
allí hubo un pueblo
antes de que la riada lo arrastrase.

Mirlos y grillos se disputan
el registro sonoro.

Cardos verdes; allá en el abandono
nadie los erradica.

Aún el calor no ha despertado
los aromas tan intensos,
la embriaguez olfativa.

El viaje ideal, detener el tiempo
en una isla griega,
flores y brisa marina,
las altas cumbres todavía blancas,
sin nubes en la mente lúcida,
sin pensamientos de soledad
frente a una fortaleza veneciana.

Ese momento vital de pensamiento,
ora recuerdo, ora futuro perfecto,
se funde con tu yo esencial
lo abraza y lo confunde,
forma parte ya de tu sustancia íntima,
te nutre y te sustenta,
fortalece cada una de tus partículas,
elonga tu espíritu,
lo funde con la belleza primigenia.
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