Poema 654: Cultura

Cultura

Comparece la nada en fiestas populares

ese elitismo necesario o no en la cultura

un museo patriarcal, o lleno de despojos

la narrativa del vencedor aprehendedor de esclavos.

Las pinturas de hombres mantenidos

en las que reflejan el machismo social,

los poemas que abusan de aventuras heroicas

descriptivos y elípticos, a veces abstrusos

reflejan una irrealidad oscura de silencio femenino.

La fuerza y la virilidad exaltada en los festejos,

diversiones que van siendo anacrónicas

salvo en el enardecimiento de la violencia juvenil.

Formas modernas de culto al alcoholismo barato,

de distorsionar una realidad costosa y permanente.

Incluso la música se eleva a volúmenes estrepitosos,

se deforma y se enaltecen mensajes nada sutiles,

una vuelta a un primitivismo mítico que no era tal.

La nada comparece en el arte deportivo,

entrevistas las costuras y su inutilidad durante la pandemia,

lujos y flujos monetarios innecesarios,

el circo moderno en el que relucen egos juveniles

convenientemente ungidos en aceites aromáticos.

La cultura es elitista o no es,

transita en la elaboración mental del pensador

a la manera de Rodin o del Viaje al fin de la noche.

El receptor lo es todo, Ser o No Ser,

la máquina que transforma, critica y absorbe.

Poema 572: Masculinidad

Masculinidad

Uno planta una sombra

como quien planta un hombre,

injerta una masculinidad nueva

sin extinguir la fuerza y la energía.

Sin saber muy bien en qué momento

hay una savia nueva en su sangre

que convive y mezcla con la antigua.

Consciente de todos los privilegios,

de su historial hegemónico y libre,

reestructura sus recuerdos.

Hay un tiempo sin frutos,

la savia fluye y se acumula, peregrinación,

el tiempo de las graves lecturas, podcasts,

levedad en su autopercepción.

Renace un día inconsciente de su alegría,

sabrosos frutos, hermosura, resplandor,

consciente aún de su herencia maligna.

Poema 460: Llover, leer

Llover, leer

Llueve,

tras más de dos meses llueve,

huele a lluvia;

aquel calor del verano ya se ha olvidado.

En mis ojos llovió casi toda la mañana;

estuve leyendo,

hacía meses o años que no llovía así.

Y en medio de toda esta lluvia interna y externa

algún mecanismo intrínseco empezó a analizar,

a recordar, a interpretar,

a buscar modelos de aprendizaje que imité,

a intentar entender mis miedos y los de los demás.

La lluvia vista y olida desde casa

me recordó el confinamiento,

las horas asomado al balcón o a la ventana,

el silencio de los coches que no pasaban,

el sordo golpeteo en el asfalto del agua,

la feracidad que provocó en el reino vegetal

aquella primavera.

Eché de menos la calma humana,

sin griterío,

sin alterar con gestos exagerados el curso del tiempo:

sin violencia a la vista, sin egoísmos en directo.

Surgen decenas de preguntas tras la lectura,

¿Estaré repitiendo patrones machistas?

¿De quién he aprendido? ¿Cuánto miedo tengo?

¿Estoy a gusto con mi vida? ¿Están a gusto conmigo?

La lluvia aporta la permanencia, la reflexión, cierta nostalgia:

gris profundo instalado en el cielo, verde fulgor

en las copas de los árboles, en el césped,

un rumor: tráfico lejano, algunas voces de adolescentes

que pasan mojados por la acera,

la masa de agua haciendo espuma sobre el suelo.

Cada cuál posee silencios, evidencias de discrepancias,

dolor, luchas de poder que ni sabe que existen.

Cada uno tiene su propia novela familiar,

anécdotas, toboganes vitales, tristeza y más miedo.

Pasan más adolescentes caminando, capuchas negras,

pañuelos, indiferentes a la lluvia o a la humedad;

sus preocupaciones están en otros sitios;

sus modelos somos nosotros, padres, adultos,

feministas reconvertidos por puro razonamiento.

Se comban por humedad, los libros dispuestos en montaña,

libros que son como el cuerpo:

los observas cada día, quieres leerlos, poseer su sabiduría,

los miras, como te miras las manos,

las piernas, los antebrazos:

reconoces la belleza de tu piel, el bronceado.

Casi todos poseen alguna marca de lectura,

esa impronta que te dejarán marcada si los terminas.

Arrecia la lluvia, anunciada, proclamada, avisada,

todo se detiene, también tú te detienes.

Poema 459: #Se acabó

#Se acabó

Vergüenza y desilusión momentánea,

en las formas, en las ideas y el fondo,

ese que él no ha sido capaz aún de comprender,

testosterona alta de machos enaltecidos,

las formas más burdas de dominación.

–Yo soy un dios y me debéis vuestras ofrendas–

La culpa es de ella que me provocó,

los hechos se han tergiversado de forma idiota,

en mi reinado omnímodo esto es una nimiedad.

El mecanismo de la destitución está en marcha.

La reputación del individuo alcanza el nivel cero

mientras renueva y dispensa prebendas a sus palmeros.

Me agarro mis caprichos, que valen una fortuna,

la que cobro cada mes a razón de dos mil euros diarios.

Si hubiera suerte, arrastraría tras de sí toda la estructura,

la que durante años ha taponado la igualdad

que hoy se filtra entre los dedos en adhesiones.

La inteligencia social dice que esto es un avance,

una catarsis de las masas, una indignación colectiva,

el paradigma de un cambio estructural,

un salto cuántico en la percepción de la desigualdad.

Optimista, no me cabe duda de la conversión masiva,

esa pequeña luz feminista que se enciende y todo se ilumina.

Crece el enojo y aumentan la solidaridad explícita,

mientras se hace visible la cobarde cortedad

de quienes, pudiendo ser faro y guía, guardan silencio.

El fútbol era el último gran reducto del atavismo machista,

va a ser revisado hasta el más recóndito rincón;

ansiamos y esperamos el cambio de las estructuras,

el modelo para niñas y niños,

la ejemplar sanción al patriarcado ignorante,

el triunfo de la igualdad tanto tiempo añorada.

Poema 447: La delicadeza

La delicadeza

Arrojan a la basura todo lo conquistado,

pacientemente conquistado.

La destrucción no es sutil,

como no es sutil la fuerza física

o la opresión de una masa enardecida

por apelaciones reptilianas.

Las palabras,

conceptos que significan voluntad,

consentimiento, aspiración legítima y ética

a la igualdad real.

–Siempre ha sido así–, dirán encumbrados,

elevada su miseria intelectual por el auge del grito.

Delicados razonamientos, medidas, impulso ecuánime,

todo mezclado en una bola de papel

que se cubrirá con sangre animal, –ancestral–,

dirán amparados por una falsa perspectiva histórica.

Borran palabras incómodas, llenas de matices:

patriarcado, machismo, sumisión,

en aras de un status quo marcial,

lleno de testosterona.

Permanecen, dada su incapacidad,

incumpliendo sus propias promesas anacrónicas,

anuncios y desmentidos, vergüenza ajena,

verdadero obstáculo social, ralentización, en suma,

a las necesarias políticas públicas educativas.

Una pareja sentada en un banco detrás de la iglesia

desgrana confiadamente la delicadeza,

la voluntad y la evolución de su propio pensamiento.

Poema 155: Patriarcado

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Escucho opiniones banales o aprendidas,

nada nuevo, ninguna evolución,

el mismo chiste machista actualizado,

idéntico mantra justificativo.

 

Y sin embargo la idea está ahí,

al alcance de todos:

brujas, princesas, héroes, el poder,

la historia de la humanidad fraccionada.

 

Quizás el primer paso sea una inoculación,

la injusticia o la lógica aplastante,

la ventaja global de la solución feminista,

la potencia de la teoría de juegos.

 

Siempre ha sido así, o somos diferentes,

o es la evolución, es la naturaleza;

Abre los ojos, es una construcción social

interesada, incrustada en cada cerebro.

 

La resistencia es ignorante, sin argumentos;

consciente, observas que todo lo impregna,

convierte en fútil la emergente igualdad,

en sordina los gritos cada vez más expandidos.

 

La esperanza es educativa, una mecha

en apariencia prendida, una luz inteligente,

la juventud que rellena espacios oscuros,

los susurros pacíficos, voz ya exponencial.

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