Poema 594: Rutinas de la mañana

Rutinas de la mañana

Despedir a mis hijos camino del instituto

desde la ventana panorámica

es el acto más importante de cada mañana.

En ese observar unos minutos la calle

atisbo el caminar indolente de dos bancarios

en busca de su primer café,

la masa imponente del río Pisuerga

cargado por las lluvias y la nieve del norte,

otros escolares bajo el peso de sus mochilas,

la procesión de automóviles ruidosos en el semáforo.

Hay días en que aún la luna no se ocultado,

otros en los que llueve o hace un viento gélido;

hay días que invitan a no salir demasiado de casa

y otros en los que la luz se expande e incita a la exploración.

Los minutos siguientes en los que leer un poema,

escribir en pocas líneas las sensaciones matinales,

organizar los asuntos pendientes del día a día,

recoger la cocina y acaso cocinar algo sencillo,

constituyen una base de la felicidad cotidiana

que solo la enfermedad o el malestar perturban.

Algún día terminará esta sucesión indefinida de presentes,

las rutinas serán otras, las expectativas también.

Ahora buscaré entre las fotos azarosas o premeditadas

alguna con la que publicar esta especie de poema

en el blog que se acerca a las seiscientas entradas.

Después el trabajo me absorberá por completo

y ya la vorágine docente-administrativa

engullirá cualquier forma de pensamiento baladí.

Poema 363: Hastío

Hastío

En el hastío hay silencio

una nota de música es una gota de color

rojo en medio de una niebla pucelana,

el canto de un pájaro simultáneo

en los oídos cómplices de una pareja.

Respiras el aire filtrado de la ciudad

caminas y caminas, estación, cuarteles abandonados

tal vez te aventuras por la antigua judería

una hermosa casa muy simple

rodeada de toda la ciudad.

Ha dejado de interesarte el poema que lees

por una conversación en una mesa ajena,

qué crítica mordaz a la familia

cuánto desprecio en las palabras comadreadas,

un desahogo en medio de la nada.

Hay un rumbo débil hacia el que te diriges

dando rodeos, siguiendo hilos torpes

deslavazados, incompletos:

te detienes a comprar algo de comida

en el más triste de los supermercados vacíos.

Una ventana con luz y sin cortinas

es un acontecimiento que ilumina la tarde,

el libro al que te aferras te ancla al mundo

como si en él habitara el mejor de los regalos

y tal vez sí: la melodía agotada de una vida plena.

A la luz del día, ha desaparecido el árbol

que tanto te gustaba,

las máquinas, grúas, camiones, escriben sus rutinas,

caminos y tareas grises sin alma ni música ni olor,

solo en tus ojos cobra vida la trasparencia mundana.