Poema 236: Carpe Diem

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Carpe Diem

 La noche ofrece múltiples sensaciones,

el aroma que ha dejado la lluvia,

el frío en el rostro,

una visión de nubes algodonosas flotando,

quietud pero no silencio.

 

Has decidido apurar el placer,

no postergar la lectura del último libro

ese que compraste con deleite,

mirar unas fotografías olvidadas,

sacar del cajón tu caleidoscopio hexagonal.

 

No sabes cuál será tu último gol,

ni si sentirás más la sensación de plenitud

al pedalear en bicicleta por un camino arenoso,

cuándo verás el mar por última vez

o qué figura dibujarán las nubes en el ocaso.

 

La noche ofrece todo su poder evocador,

la serenidad de tu presencia madura;

mañana habrá una niebla de singular hermosura,

o un cielo que recoge cualquier forma geométrica

imaginada o soñada en forma de color y nubes.

 

El tacto de una piel suave, o el beso de tus hijos,

la música que reconoces en las primeras diez notas,

la sucesión de palabras encadenadas

capaces de que tu sangre se acelere en las venas,

deben ser apurados sin ninguna dilación.

 

 

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Poema 184: Llueven flores de otoño

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Apenas existe el aire que respiras,

apenas las nubes dibujan formas

en el cielo o muestran su belleza,

apenas percibes el frescor de la mañana.

 

Vagamente recuerdas la pertinaz sequía

de hace justo un año,

o la visita a la playa de hace dos semanas

embebido en fórmulas y compromisos.

 

Podría acabarse el mundo hoy,

podrían cesar tus privilegios:

tus hijos caminando contigo

o esos besos infantiles de felicidad.

 

La lluvia que tanto esperas

llevará asociado un decaer del ánimo,

una falta espeluznante de luz,

el regreso de monstruos que crees olvidados.

 

Todo es provisional, tu sonrisa también,

el libro que postergas o la música

que has proyectado escuchar;

también el poema que no vas a escribir.

 

El aroma de un jardín que no es tuyo

te embelesa, perturba todos tus recuerdos,

excita tus deseos hasta límites insospechados,

llueven flores de otoño durante unos minutos.

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Poema 182: Ausencias mentales

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En los actos y no en las palabras,

en la búsqueda y quizás también en el despiste,

en los días anodinos y en los momentos inspirados,

en las largas esperas y en el ajetreo embobado

de las tareas rutinarias:

ahí está tu forma de ser innata,

la chispa que alumbra tus andanzas.

 

Te puedes quedar embobado mirando la luna,

la nube rojiza que oculta el sol antes del ocaso,

la suspensión en el viento de una rapaz,

el sonido de las olas sobre las rocas desgastadas.

 

No reaccionas o no eres capaz de ir más allá

de la simpleza enormemente bella de la naturaleza.

 

Caminas sin rumbo, dudas, consultas tu base de datos mental,

eres un ausente en esa acera fea y recóndita,

nadie te alcanza con su mirada inquisitiva,

no hay poder que te devuelva la cordura.

 

No eres ya tú, eres tu sombra o tu carcasa.

 

Ninguna vida te hará sonreír como lo hiciste en esta,

ningún mago te desvelará sus trucos,

ningún niño se parará a tu lado y te mirará para cruzar la calle.

 

El reflejo de un salto inesperado,

pasar la noche a la sombra de la luna llena,

recibir el relente del amanecer

embobado en los brazos amigos, muerto de sueño.

Esa luna y ese sol del amanecer no son tuyos ya,

Has compartido la propiedad con miles de millones

de semejantes tan distintos, tan llenos de su propia vida.

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Poema 157: Velocidad

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La velocidad impide disfrutar del viaje:

atisbo a ver la hoguera,

el cauce marrón del río,

mas ignoro la forma de las nubes

o la silueta de los pinos solitarios,

no veo a los mirlos picoteando el sembrado,

ni los dibujos de los charcos en los caminos.

 

La pelusa verde de los campos

se convierte en cereal sin apenas darme cuenta,

las tierras altas cambian de color,

la prisa desbarata el placer

de apreciar la intensidad de la luz.

 

No observo la suciedad en las laderas

del polígono industrial,

ni las naves abandonadas o la casa okupa,

tampoco los tocones aún naranjas

de los pinos cortados en la última poda.

 

He pasado al lado de los extraterrestres

de mono naranja con luces estroboscópicas,

adelanto a varios camiones cargados

de papel prensado, pesados y volátiles,

veo al grajo que come despojos destripados

levantar su vuelo al acercarme.

 

La velocidad se confunde con el blues de Norah Jones,

puedo sentir la tensión de mis manos

crispadas en el volante,

y el avance rápido de los minutos en el reloj,

la adrenalina para tomar decisiones rápidas

la levedad del desplazamiento fugaz.

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Poema 149: Vacaciones

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Las bandadas de palomas recorren el sembrado,

se alborotan al mínimo movimiento,

simulan una coreografía estudiada,

un ritmo imprevisible y estético.

 

Desaseado y familiar, vivo entre fantasmas,

amortizado mi tiempo, tan inseguro

como cuando era adolescente,

ha pasado un periodo que ya no reconozco.

 

Camino con fuerza lleno de contradicciones:

disfruto del ejercicio físico

pero quiero llegar ya, detenerme,

cuál parábola vital de deseos contrapuestos.

 

Los niños son un espectáculo hermoso y agotador,

energía en movimiento, luz y ruido

aletean incansables en cualquier entorno,

son alegría y cansancio y sostén.

 

Liquen de un amarillo intenso, yemas

a pesar del frío agudo, naturaleza y espectáculo

en las nubes y en los incipientes sembrados,

o en la niebla y los espectros del pasado.IMG_7839

Poema 124: Gloria

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En el cielo abierto hay nubes de formas caprichosas,

bajo ellas conviven tendencias miserables,

incultura, instintos lamentables en cualquier criatura,

junto a otros altruistas o de generosidad ilimitada.

 

La belleza ninfea está en la troposfera,

allí anidan las palabras evanescentes, la gloria del mundo;

mucho más abajo se enredan vocablos estultos,

descalificaciones, mediocridades, insultos, voces innecesarias.

 

Un sinnúmero de majaderías no llega al pico Veleta,

se queda navegando, cual aura,

en torno al iluminado capaz de tanta bilis:

quizás es el humo de sus cigarrillos que lo engulle todo.

 

Paternalismo machista, nula fundamentación:

el ego displicente y quizá celoso, aconseja dictar

las obras y autoras que debemos leer,

el filtro del hombre sabio amigo de otros hombres sabios.

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Poema 72: Nubes

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En las entrañas del cielo
confluyen miradas principescas,
anhelos, plegarias,
el reflejo de una luna oronda.

Un efebo que no soporta
su hermosura,
una adolescente captada
por el lado oscuro.

En el paisaje celeste, las nubes
modelan la luz, la filtran
la pervierten, consienten
sus caprichos alabeados.

Las miradas del siglo dieciséis
aún vagan por el espacio
en forma de ondas huérfanas,
Cervantes o Shakespere nos observan.

La geometría del tetradimensional
permite los atajos de la luz,
circunvoluciones, pliegues,
la locura no euclidiana en su esplendor.

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Poema 47: En el cielo

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En el cielo está la belleza:

he aprendido a mirar las nubes,

las estrellas fugaces en agosto,

las nubes colgantes,

las crepusculares, el algodón,

la inesperada tormenta de verano.

Pasan los días y se desvanece

la estación de estío, anochece

a una hora no acostumbrada,

en la ciudad abarrotada una pátina

gris todo impregna, abandono

del ansia sensual, del milagro

de la contemplación celeste.


Uno está formado por la belleza

que es capaz de contemplar,

por el placer que puede compartir,

y por los libros en proceso de lectura,

contrapesado todo ello

por una nube negra, carga vital

de todo lo demás, fango triste insoslayable.


Encuadro la trayectoria fugaz lumínica,

la paleta de colores del crepúsculo,

el azul intenso antes del amanecer,

lo almaceno en el fondo de emergencia

presto para ser utilizado durante el invierno.

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