
Melancolía otoñal
La luna se acuesta en una secuencia fotográfica
una maravilla, una impaciencia pese a su velocidad.
El signo de los tiempos es tecnológico, veloz,
mucho más que la velocidad de procesamiento
melancólico de las neuronas implicadas.
Las tardes aún largas, secas y calurosas
se oponen con fuerza a la languidez anímica,
a los pensamientos evolutivos fruto de la edad.
Alcanzas a ver ojos llorosos y decaimiento eventual
la vida por delante erizada de espinos y trampas,
también de una belleza sublime por averiguar.
Este otoño no traerá búsquedas micológicas
sino sequía y crujir de suelos castigados por el sol,
tal vez música y tal vez silencio y más silencio.
La autoestima cotiza en la bolsa local y universal
fluctúa siguiendo algoritmos recónditos,
conversaciones, deportes, acontecimientos.
Revives momentos estelares en fotografías antiguas,
agrandas la percepción de tu paso por el mundo,
viajes, confidencias, secretos de medio punto.
Termina el tiempo de introspección poética
por motivos laborales acumulados en montañas
de excelsa burocracia, de selección de contenidos,
más allá de los estados de ánimo o del marco otoñal
de este mes de octubre aún verde y ya decreciente.









