Poema 672: Tres saludos a la ventana en la despedida

Tres saludos a la ventana en la despedida

Cada mañana vuelan sin libertad

esclavos de la hora, del tiempo estructurado,

de un aprendizaje ascendente en la estabulación.

Tres saludos a la ventana o uno austero e insomne,

el legado educativo de un acompañamiento paterno,

rutinas de sostén y confianza.

Ella taconea segura, marca la línea recta de la prisa;

él se esconde bajo una capucha anónima,

rearma su dispositivo móvil y camina con fuerza

pese a la apariencia de indiferente levedad.

Algunos días transitan en paralelo

hermanados por el camino y las circunstancias,

despiertan la sonrisa del observador en la ventana

y completan un hábito placentero.

El espectador predice los giros de cabeza automáticos

mientras de forma poética absorbe la luz auroral,

la escarcha de los amaneceres helados de noviembre,

el color maravilla del ocaso de los plátanos ornamentales.

Minutos más tarde, finalizado este poema,

el autor recordará los saludos rituales de esos adolescentes

al paso veloz de su vehículo por el templo educativo:

ahí está el núcleo de mi felicidad–, se dirá de forma ampulosa,

esclavo a su vez de cumplir decentemente con su faena.

Poema 594: Rutinas de la mañana

Rutinas de la mañana

Despedir a mis hijos camino del instituto

desde la ventana panorámica

es el acto más importante de cada mañana.

En ese observar unos minutos la calle

atisbo el caminar indolente de dos bancarios

en busca de su primer café,

la masa imponente del río Pisuerga

cargado por las lluvias y la nieve del norte,

otros escolares bajo el peso de sus mochilas,

la procesión de automóviles ruidosos en el semáforo.

Hay días en que aún la luna no se ocultado,

otros en los que llueve o hace un viento gélido;

hay días que invitan a no salir demasiado de casa

y otros en los que la luz se expande e incita a la exploración.

Los minutos siguientes en los que leer un poema,

escribir en pocas líneas las sensaciones matinales,

organizar los asuntos pendientes del día a día,

recoger la cocina y acaso cocinar algo sencillo,

constituyen una base de la felicidad cotidiana

que solo la enfermedad o el malestar perturban.

Algún día terminará esta sucesión indefinida de presentes,

las rutinas serán otras, las expectativas también.

Ahora buscaré entre las fotos azarosas o premeditadas

alguna con la que publicar esta especie de poema

en el blog que se acerca a las seiscientas entradas.

Después el trabajo me absorberá por completo

y ya la vorágine docente-administrativa

engullirá cualquier forma de pensamiento baladí.

Poema 515: Lugares propicios para leer

Lugares propicios para leer

A menudo me descubro evaluando lugares

en los que me apetecería sentarme a leer:

casas, terrazas, bancos debajo de un árbol,

un acantilado protegido del viento terrestre,

la rotonda cuidada de un centro comercial.

En la cima de una montaña eché en falta un libro,

también en el embarcadero flotante del río;

no lo hice sin embargo en el contrafuerte visigótico,

pero sí me habría gustado hacerlo en Los Zumacales.

El invierno me sorprendió con un poema,

helado frente a la pista de skate;

deseé entonces el fuego familiar de una chimenea,

las llamas crepitando en la cocina de mi madre,

aislarme en medio del bullicio bajo la escalera del desván.

Y sin embargo, en esa localización de exteriores

rara vez me detengo a leer,

si lo hago solo es la pose de un instante

incapaz de ahogar la llama del deseo de lo inalcanzable:

cuando estoy aquí quiero estar allí

y entonces mi imaginación se desborda

y vive vidas que en realidad no me corresponden.

Poema 493: Cerrar los ojos

Cerrar los ojos

Lentitud, arte, tiempo, la vida

salir de cada asunto penoso en el que vivimos,

encontrar un motivo diferente,

música, miradas, emociones, recuerdos,

recuperar un instante, una figura,

una fotografía, una o varias decisiones,

el paso fugaz o el tránsito por una mirada.

Una escena con sábanas jalbegando,

diríase un templo de Le Corbusier

en el dominio de las monjas almidonadas,

mirada al mar, la naturaleza que conmueve:

tomates, perro, barca, azul.

El refinamiento de otra época y la libertad,

de vivir, de malvivir, de viajar, de olvidar.

La vida se concentra en pocos instantes,

en unas notas, en unas personas que están

y se van, abandonan tu consciencia,

en el impulso que te obsesionó esos días,

en lo que fuiste capaz de atesorar avaramente.

El encuadre es protagonista y talento,

el primor y la maestría de una secuencia,

el montaje capaz de engañar,

de crear una atmósfera íntima y exclusiva

como un poema concentrado en una mirada.

Nos vamos y nadie se quedará con nada,

el vacío, el lugar regenerado que ocupaste,

ni siquiera el bien o el mal que hiciste.

Poema 409: La intimidad del poema

La intimidad del poema

Ese instante en el que has recogido la casa,

todo parece ordenado, según tu orden,

sientes que todo está limpio

aunque en un examen profundo haya polvo,

ácaros silenciosos o no,

el momento en el que a través de la ventana

coexiste el ruido de coches con el de pájaros

aún los árboles verdes y la vista

conserva un único acceso al campo como un tesoro.

En ese momento no vas a escribir

como un encargo hecho por ti mismo;

habrás encontrado un hilo o un motivo,

una necesidad expresiva en tu interior.

La intimidad del poema que escribirás

solo se mostrará según se vayan decantando

los versos,

las palabras, la uniformidad temática,

el ansia de todos los pensamientos que se agolpan.

Esa llamada inspiración puede surgir de otro poema,

o de una luz, una música, una soledad,

un estado emocional sensible a cualquier estímulo:

aprovecha el momento, parece decir tu otro yo.

Has encontrado quizá la forma de construir un poema

con ladrillos que has recopilado de aquí y de allá.

Después lo revisas y lees y relees,

pules esto y aquello, tomas decisiones,

evitas repeticiones y buscas sinónimos.

Una vez fuiste impresionista y otra adoraste las elipsis,

durante un tiempo hubo guerra en tus poemas,

la geometría que nunca te abandona.

Se podrán clasificar, –te dijo una voz íntima–,

en tres o cuatro temáticas,

sentiste entonces el corsé autoimpuesto

o la limitación de tu entendimiento poético,

pero no por eso desististe o aminoraste

el celo poético, el cauce de ideas manidas.

Te despides del poema como aquella pastilla de luz,

o el vago rumor de una campana que aquí no escuchas,

sin capacidad real de verlo en perspectiva.

Poema 345: La máquina aleatoria

La máquina aleatoria

Tengo preparada la máquina de hacer poemas,

la engraso cada día,

busco los ingredientes, las imágenes,

y sin embargo no siempre funciona.

–Es random–, diría mi hijo,

inspiración, decían los antiguos,

predisposición mental o estado de ánimo,

puede llegar a pensarse,

y sin embargo hay un trabajo oculto, soterrado,

y existe el instante en que prenden unos versos

y una línea clara abre el poema.

Después, a veces en forma de avalancha

y otras de paciente construcción

fluyen las palabras, la prisa, la máquina,

se encienden los motores

y el torrente es ya imparable.

Quizás el poema que leo cada mañana

es una pieza de la maquinaria,

o la mirada atenta al espectáculo cotidiano

dentro y fuera de los muros del hogar.

Otras veces se llenan los ojos de color, de belleza

pero nada fluye,

no hay ruptura, ni corriente, ni vocación,

los estímulos y la motivación son minúsculos,

la batería de la máquina parece agotada.

Y repentinamente la ola sube y sube,

las palabras se agolpan, las metáforas,

algunas exageraciones y la fuente cantarina

del interior vuelve a manar,

corre ya imparable por la pradera

reverdece cuanto toca y lo dota de vida.

La tecnología de la máquina es cada vez

más avanzada,

simplifica los procesos, depura insustancialidades,

suaviza los ruidos y acorta los tiempos,

proporciona satisfacción en el proceso

y alegría tras el resultado final.

Poema 249: ¿Qué sostiene el día?

¿Qué sostiene el día?WhatsApp Image 2020-01-12 at 01.04.34

La niebla potente de estos días de enero,

Pingüinos, motos, velocidad y sonido

propagado en ondas ilusorias,

un estilo de vida más salvaje,

el recuerdo en segundo plano de los ancestros.

 

Algunos mantienen que es la belleza,

otros que la inercia vital teñida de cobardía,

pocos se animan a opinar sobre el compromiso

de un proyecto vital holístico determinado.

 

El día es un cúmulo enorme de pensamientos

y obligaciones adquiridas por mor del antes y después,

nada es simple, ni tan solo bello u oscuro:

la tarea más desagradable puede cruzarse

con la luz nítida del placer o el sonido concertado.

 

¿Existe quizás una corriente que nos transporta?

Esa sensación de cada día que te arrastra:

estoy muy ocupado” dices y de ahí no puedes salir,

esos compromisos convenidos con un ente superior

que imposibilitan tu alegría orgánica y natural.

 

Y tras todas las obligaciones de fondo,

existe, tal vez, una estructura tejida de afectos,

de odios, de disimulo o de comodidad hogareña,

un orden personal e intransferible,

el comodín que solo tú conoces y que te hace fuerte.

 

¿O tal vez tu cerebro crea un trampantojo vital,

difumina todas tus preguntas incómodas,

las desvía a regiones ignotas de tu entramado neuronal,

y potencia las minucias urgentes e innecesarias,

las satisfacciones a corto plazo tan ineludibles?

 

A veces es un poema o un verso suelto,

otras es el arte en cualquiera de sus manifestaciones,

un recuerdo o el pensamiento finalista de cualquier actividad,

un deporte o una esperanza, o una puesta de sol,

o la satisfacción de haber apretado un tornillo en la pared.

 

 

En algunas ocasiones es una esperanza irracional,

la portada de un libro que vas a empezar un día de estos,

el atisbo del sol en medio de la niebla pingüinera helada,

o la inyección inverosímil de sustancias naturales

capaces de aturdir tus dudas existenciales.

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Poema 219: Camino de Praga

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He vuelto y los árboles ya no son los mismos,

no recordaba el color de la tierra,

ni el olor de las plantas cuyo nombre ignoro,

he vuelto buscando lo que narraba el poema

y ya no hay rastro de la silueta del poeta.

 

Camino por las mismas calles,

con mi memoria en carne viva,

los sentidos afilados alerta,

escucho el eco de las risas y los billetes

sin valor aparente en aquella fiesta inconsciente.

 

En aquellos años la ciudad estaba casi vacía,

adoquines y agua, un brillo gris metalizado,

Bolzano en una placa apenas visible,

o la tragedia que había sucedido décadas antes

conformaban los rostros inexpresivos de la gente.

 

Un corifeo de borrachos en San Wenceslao

nos saludaba cada anochecer,

silentes bebedores en los escasos locales de comidas,

un decorado solo para nosotros, transeúntes en la noche

coronaba un palacio en luces mortecinas.

 

He vuelto caminando por un poema de amor,

por el homenaje de una poeta deslumbrada,

por la vela y el frío sobre el Valtva helado,

por el recuerdo de un hombre que come abstraído

con la mirada fija en una pared vacía.

 

Sigue el puente de hierro en idéntica espera

de aguas renovadas cada primavera,

no los amores y amigos que no perduran,

no la locura inexperta de quien todo abarca,

sí la lucidez aprehensiva de mi mirada.

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Poema 195: El poema más bello del mundo

El poema más bello del mundo

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El poema más bello del mundo

debería contener bellas palabras,

aquellas escritas en los márgenes

cuya sonoridad te evoque colores hermosos.

 

En el poema más bello del mundo,

caben, pues, palabras bellas,

por ejemplo, arcoíris o solidaridad;

caben historias hermosas:

una aparición inesperada

o una resurrección.

 

En el poema más bello del mundo

hay márgenes anotados

que ya corrigieron el poema

mas permanecen cual testigo arqueológico.

 

Caben enjundia o sustancia o levedad

o placer y euforia mientras destierras

traidor y advenedizo e incluso lealtad.

 

Caben recuerdos: metempsicósis,

sierpes de deseo,

cabe todo el lujo Rococó de un palacio real,

la imagen nítida de esa cama con baldaquino

en la que una amante regia

retoza impresionada por el decorado

y sucumbe, carnal, al hombre antojadizo.

 

En el poema más bello del mundo

cabe una sonrisa o unos ojos divertidos,

cabe la mano de un niño aferrado a su padre,

la puesta de sol violácea de un día de diciembre

o a esperanza de nuevos días largos de primavera.

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Poema 118: La luna de Gloria

    La luna de Gloria

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La luna de Gloria es marciana,

el cielo es un arcoíris circular,

la voz es grave y poderosa,

te transporta a su mundo original.

 

Una acuarela con moscas y hambruna,

otra con guerra y atroz bombardeo,

el viento es un torbellino de color pastel,

el dosel de la cama, dos postes eléctricos.

 

La cúpula rebosa poesía ingeniosa,

mi hija sostiene mi mano sudorosa,

la emoción del cielo estrellado,

de la palabra en movimiento cual ola.

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