
Gabriele Münter
Representé el mundo tal como me parecía en su esencia,
tal como se apoderaba de mí.
Gabriele Münter
Aprendió a pintar de sus ideas.
Se rebeló contra las limitaciones impuestas
a las mujeres en su época.
Antes había fotografiado incidentalmente América,
viajó y adquirió una cierta idea de libertad.
Desaprendió imitando a su sobrina
para renacer en el expresionismo.
Se entrelazó con su maestro ruso,
ya igual, ya confidente, ya amante.
Fundaron juntos una idea del arte.
En las épocas difíciles de la guerra,
Kandinsky desenlazó los nudos,
los creativos, los vitales, los sentimentales.
Ella llegó al color, lo suavizó en el desengaño,
se exilió y volvió al epicentro nazi.
Sobrevivió ensimismada a dos contiendas mundiales,
pintando, creando, innovando.
Encontró el paisaje en el que quería vivir
y, fuera de las corrientes nacionalistas, lo pintó,
–yo también quisiera vivir en esos paisajes–.
Se pintó a sí misma y a sus amigos en una barca,
hizo múltiples retratos de gran profundidad psicológica,
copió su propia obra con la casa amarilla florecida,
simbolizó la independencia femenina,
y hoy me ha conmovido hasta las lágrimas
la hermosura y el resurgir de su pintura.




