
Poder y despilfarro
No hay luna y la masa se agolpa en la semioscuridad
expectante ante la novedad tecnológica.
Una voz femenina anuncia la virtualidad,
el futuro que nos ha alcanzado veloz,
las luces en escuadrón y la música cinematográfica.
Las hormigas organizadas en células amistosas
graban con sus móviles los movimientos precisos
de los trescientos drones con luces de colores.
La figuración espacial bien podría ser proyección,
ilusión, apariencia, una cierta y segura irrealidad.
Tuve la sensación terrible de una guerra futura,
el ataque aséptico de máquinas exterminadoras,
el poder, allá donde se encuentre, mostrándose,
una cúpula ovni capaz de absorber las voluntades
y de generar susto, sobresalto, pavor y terror.
Boquiabiertos contemplamos los dibujos cautivos,
lugares y símbolos emblemáticos de esta ciudad,
y la sobrecogedora vuelta de la perfecta escuadra
en múltiples planos de roja incandescencia
a sus bases logísticas para ser abastecidos.
El espectáculo inocuo del despilfarro
concluye de forma marcial y magnífica.


