
Vértigos
Los días se balancean de forma tenue
dejan de ser estáticos, irrelevantes
para transfigurarse en frenética oscilación.
La verticalidad es un lujo soberano:
fijas la vista y sigues corriendo,
despreocupado por las raíces u oquedades.
Dormir es un acto de rebeldía,
despertar es una lotería maximalista
mientras te acercas al espejo dictaminador.
La vida continúa, los nombres, los saludos,
los hitos en el camino laboral,
los premios nobeles que algún día no escucharás.
Ejercitas tus músculos sin perseverancia,
te aíslas de malos hábitos lecto-escritores,
cargas con pesos insoslayables en tu espalda.
Surgen consejos por doquier, sesudos o irrelevantes
difíciles de llevar a cabo en la vorágine vital
en el carácter que te acompaña desde siempre.
La inestabilidad es asumida como banal
por todo tu entorno y por ti mismo,
una molestia pasajera que no afecta a tu integridad.
Continúas escribiendo, corriendo, conversando,
meditas acerca de la levedad personal,
de un futuro incierto o desértico o vertiginoso,
mientras transcurren los soleados días de octubre.




