Poema 661: Vértigos

Vértigos

Los días se balancean de forma tenue

dejan de ser estáticos, irrelevantes

para transfigurarse en frenética oscilación.

La verticalidad es un lujo soberano:

fijas la vista y sigues corriendo,

despreocupado por las raíces u oquedades.

Dormir es un acto de rebeldía,

despertar es una lotería maximalista

mientras te acercas al espejo dictaminador.

La vida continúa, los nombres, los saludos,

los hitos en el camino laboral,

los premios nobeles que algún día no escucharás.

Ejercitas tus músculos sin perseverancia,

te aíslas de malos hábitos lecto-escritores,

cargas con pesos insoslayables en tu espalda.

Surgen consejos por doquier, sesudos o irrelevantes

difíciles de llevar a cabo en la vorágine vital

en el carácter que te acompaña desde siempre.

La inestabilidad es asumida como banal

por todo tu entorno y por ti mismo,

una molestia pasajera que no afecta a tu integridad.

Continúas escribiendo, corriendo, conversando,

meditas acerca de la levedad personal,

de un futuro incierto o desértico o vertiginoso,

mientras transcurren los soleados días de octubre.

Poema 486: Como cada día

Como cada día

Como cada día, leo un poema de Safo

y otro de Fosse.

Como cada día, leo la prensa, y procuro

escuchar la risa cantarina de Laura Barrachina.

Como cada día escucho el Poema de la Pasión,

y miro con intensidad y concentración

a ver si atisbo el bidón encendido.

Como cada día procuro mirar el río,

caminar por una u otra pasarela fluvial.

Como cada día ando varios kilómetros,

miro el podómetro en el móvil y sonrío.

Como cada día consulto mi dispositivo personal

unos centenares de veces o más.

Como cada día, trato de escribir alguna frase

o de hacer una fotografía bonita.

Como cada día atisbo el amanecer

en la percepción de quien me observa y se mofa.

Como cada día hago la cena con primor,

anhelo el tiempo propio de soledad.

Como cada día llego a mi cama agotado y dormido,

anoto un día más en los que me ha tocado vivir.

Poema 485: La diosa garza

La diosa garza

La diosa garza alza el vuelo al paso corredor,

se posa unos metros más allá sin inmutarse,

planea serena en un vuelo corto y elegante.

Según mi amigo arqueólogo, nos ha protegido

de la lluvia que comienza en ese instante:

diosa votiva, diosa cantada, diosa sacrificada.

La belleza de la niebla gris semeja mi mente agotada,

tiempo de supervivencia sin perder la presencia,

el ánimo o la autoestima:

correr por inercia, la de los mágicos ritos,

el campamento motero lleno de hogueras en la noche,

rugidos del motor, alcohol y música rockera.

Solo atisbo la velocidad de los tiempos,

el delicado equilibrio mental de la abundancia,

las interacciones lectoras, musicales, fílmicas,

tratar superficialmente un tema hasta agotarlo,

quedarme dormido en medio de un artículo interesante.

La diosa garza nos ha protegido en este clima de enero,

ha despertado la posibilidad de un síndrome de Stendhal,

un aura de hermosa belleza sanadora.