Poema 412: Otoño mágico

Otoño Mágico

Conversan palabras con imágenes

en el valle horadado por el Ambroz,

diríase un baile en el que otoño danza

un vals lento con partitura de hojas,

mientras la niebla desciende húmeda

desde las moles pétreas legendarias.

Arroyos cantarines rebosantes de agua,

surten de regenerador dinamismo

a los ríos de lecho muerto en el estío

que desaguan veloces en el embalse reseco.

Un vate pastor podría sentarse

a declamar sus versos al viento

sobre las rocas ascendentes del cordel,

o ventilarse unas migas o una torta

bajo el alcornoque centenario de la Vía.

Una pastora descolgada del Cántico

podría triscar por los montes y espesuras

pasar los fuertes y fronteras,

lamentarse en el espejo de estas aguas

del amado que mil gracias iba derramando.

Chisporrotea la calbotá entre la bruma,

arrejunta los espíritus caminantes,

dispersa vientos y enemistades antiguas,

actualiza la quietud del caminante por el valle.

Centenares de personas afinan sus sentidos,

hollan el bosque húmedo,

elevan su umbral de belleza cotidiana,

hasta niveles de compleja absorción,

santifican la diosa  Naturaleza

y la feracidad mítica y hortícola del valle.

Poema 325: El tiempo de los caminantes

El tiempo de los caminantes

Sin huellas y sin memoria caminan,

siguen las márgenes de un río

o los caminos celestes de la noche,

se sientan a tomar el fresco en poyos

guarecidos del frío y del calor,

escupen huesos de cereza en primavera.

La flor del saúco y la babosa que cruza la vía verde

componen sumando un cuadro de madrugada.

Huele a hierba recién cortada

al despertar de las plantas regadas.

No puedo dejar de escuchar tras el rumor del río

el canto de Batiatto: caminante que vas

Buscando La Paz en el crepúsculo,

La encontrarás fuera de la ciudad.

En los prados de Romañazo suenan las aves

pastan las vacas y el verde intenso penetra en tu piel

con el rocío de la mañana.

El río Balozano ahoga los ladridos lejanos,

camino sobre las antiguas vías del ferrocarril

paso ahora por la trinchera

antaño llena de zarzas y piedras desprendidas.

Ya no hay ovejas en el cordel del Berrocal

solo caminantes y ciclistas,

es el signo de los tiempos de ocio y supervivencia.

Con unas fotos publicadas en el grupo de Facebook

todo el mundo te sitúa de perfil

en un lugar idílico para el paseo a cualquier hora,

comiendo cerezas del árbol.

Hay un nuevo tiempo en el caminar,

tiempo de ocio y de salud,

el individuo se aisla de los otros en pandemia,

alcanza cimas personales y estéticas

redescubre el placer natural de sus antepasados.