Poema 454: Todas las vivencias

Todas las vivencias

Todas las vivencias se mezclan

en una nube que presiona el embudo

de las sensaciones, recuerdos, olvidos.

Ya no escribo por una imagen, foto,

detalle observado en el paseo anodino:

hay un momento en el que afino palabras,

ideas, sorpresas comunicativas,

un enfoque total de los sentidos.

Resulta un poema descriptivo,

flujo de conciencia, suma de detalles,

elevarse un instante del peso corporal

para hacer una toma en picado.

Así el miedo en el ascenso de caracol

por una escalera exterior altísima,

o las luces rojas incógnitas en la anarquía

en una noche de exploración de límites,

son hilos futuros de una aleación fuerte.

Tras la vorágine cognitiva y deductiva del viaje,

amanecen días de estabilización y calma,

instantes furtivos de ojos inquietos,

conversaciones, y el pulso narrativo

fijado aquí y allá entre un café y una cerveza.

Aprendo a contar sucintamente

dependiendo del interés, –normalmente escaso–,

del interlocutor.

Las luces se encienden en relación con los rostros

o se difuminan tras un elevado cacareo,

efecto de recencia que eleva el poema

para que se pierda entre las estrellas de la noche.

La conversación poética posee medida cero,

algo que conozco desde siempre:

preciosas singularidades perdidas entre el gentío,

la montaña rusa de la motivación,

el pálpito alegre de una mañana inspirada

o los minutos robados a la vista,

desde las ruinas taumatúrgicas, –vello de punta–,

de una fortaleza árabe enorme.

El placer de contar y ser escuchado,

la maleabilidad de las sensaciones

dejan un peso gravitatorio de lento metabolismo.

Los viajes narrados al desgaire.

Poema 453: Una bomba de información

Una bomba de información

Una bomba de información, destellos

de inteligencia, de ética, de venganza,

el teatro de las emociones,

sexo, integridad, subordinación,

toda la ciencia al servicio de un objetivo:

ecuaciones, ideas, explosiones,

cierta integridad y la vida que pasa.

No se rompió nada y los agoreros

llenos de voces y sin complejo de ignorancia

siguen gritando al paso de las cabalgaduras.

Cierta toxicidad por acercamiento

acecha en cada una de las profesiones,

también el barrido de todas las emociones,

lo conveniente serio y la risa inconveniente,

la lujuria y la aparente pasividad desganada.

En estos días de julio resurge la luz,

pareciera que ciertos finales felices son posibles

en el espectro cinematográfico;

tiempo de música y películas y algunas lecturas,

el conocimiento y la pasión en la misma cesta,

la risa, la alegría contenida, el silencio

sobresalen entre la multitud caótica y democrática.

La euforia estadística se desató antes de tiempo,

lo justo para que la luz alumbrase la necedad,

el vacío informe del teatro de marionetas

en la que una suma de ventrílocuos

desacompasaron los movimientos del muñeco.

Los hitos de una vida se escriben al vuelo:

un surrealista solo de trompeta,

el vuelo en globo que siempre quisiste hacer

o el viaje a ninguna parte en bicicleta

en los albores del verano por tierras despobladas.

No hay nada nuevo en este rincón del universo.

Poema 452: La Fortaleza


La Fortaleza

El amplio meandro del Duero es insignificante 

desde la altura de los vestigios califales.

En el mediodía de julio, aún verdean los campos,

solo se escuchan chicharras y pájaros.

Desde el otro extremo de la fortaleza 

llegan amansadas las voces del grupo ciclista,

alborozo, alegría, júbilo inesperado tras el ascenso.

Los cuerpos fatigados tras cinco días de ruta

siguiendo los pasos del destierro del Cid,

inhalan el aroma de las sabinas en la ladera.

Todo es aceptado con felicidad democrática,

un baño, un avituallamiento inesperado,

o la avería mecánica que nos ralentiza a todos.

Desde este lugar privilegiado para los sentidos,

decenas de generaciones habrán disfrutado,

amado, suspirado o llorado,

la pérdida de estos instantes en el abismo de la vida.

Se fortalecen lazos amicales con los pequeños gestos,

ni apenas polvo, ni hierro, ni terrible estepa:

Machado no llegó hasta aquí,

solo pudo imaginar un terrible estío en el destierro.

Y sin embargo aparecen corzos, rapaces,

una aldea ocupada por hippies, 

kilómetros cuadrados llenos de manzanos,

y la corneja que poetiza El Cantar.

Inesperadamente llegamos al Duero,

un río que tiene el color marrón de la tierra,

aguas revueltas, un cauce pacífico,

y la vista inefable de la fortaleza de Gormaz.

La tropa se ha reagrupado en la vista norte,

a la sombra de la muralla milenaria.

Allí se debate sobre los meandros fluviales,

al igual que unos minutos antes imaginábamos soldados.

La ruta continúa hacia la insigne palmera de San Baudelio, 

la promesa de una suprema hermosura del espíritu.

Poema 451: Camino del Cid

Camino del Cid

En la memoria de la desmemoria,

olvidada la distancia entre Cantar y realidad,

más cercanos a Machado que a la Historia,

salimos a recorrer la ruta mítica.

Los caballos no son Babiecas, ni las espadas Tizonas,

y sin embargo hay cabalgaduras,

sillines rellenos de gel y alforjas,

el colorido de una tropa diversa,

democrática, exaltada y no desterrada.

Los nervios serán parecidos,

–la especie humana no cambia en un milenio–

las expectativas son diferentes,

algunas físicas y otras espirituales:

trascender el ruido mediático y urbano,

entrar en contacto con el polvo machadiano,

leer unas líneas del Cantar cada mañana,

prepararse como se preparan los mozos

en estos días de sanfermines.

La amistad con que se forjó la leyenda

continúa viva:

altruismo, comunidad, ayuda mutua,

la sensación de pertenencia a un grupo polimorfo,

sociograma con hilos conductores saludables,

a veces débiles y otras muy robustos.

La estepa castellana, tan despoblada como antaño

asusta entre el calor y el desabastecimiento,

genera incertidumbre y adrenalina.

Nos preparamos ya para esta aventura

caballeresco-literaria-deportiva,

armados de tecnología y barritas energéticas.

Días de gloria pedaleando por el pasado.

Poema 450: Nada es fácil

Nada es fácil

Ni el amor, ni el olvido, ni la secuencia

finita de las rutinas diarias

esas que te enorgullecen o te envilecen,

los hitos a modo de máximos relativos

que te hacen soñar con lo extraordinario.

Nada es fácil.

Las órdenes mentales que tu cerebro dicta,

algunas automáticas, otras dulcemente pesadas

en la balanza de perjuicios y beneficios,

decisiones mínimas sobre el empleo del tiempo

o sobre las servidumbres laborales,

el veneno de la responsabilidad y el del placer

que te encumbra o envilece.

Nada es fácil.

En una mañana del verano creciente

se dilucidan decenas de decisiones juguetonas,

laberinto del que eres incapaz de escapar.

La recomendación psicológica es crear

una burbuja de presente continuo

en la que nadar y bucear y explorar,

ir sumando puntos vitales de gozo y dicha

con las menores restas posibles.

Nada es fácil.

Ni los beneficios esperados a corto plazo

por el peso del deporte en tu smartphone,

ni la dieta escasa en grasas, alcohol y proteínas,

ninguna de esas decisiones insoportables

te hará más sabio, más feliz, más longevo.

Nada es fácil.

El olvido, la contemplación de la ruina

en personas con las que has compartido risa,

mesa, el milagro de la amistad liviana,

eliminar el polvo y enfocar en primer plano

montones de libros, palabras, recuerdos,

símbolos de otras décadas ya amortizadas.

Nada es fácil.

Solo la armonía recóndita de estas palabras

libera un sustrato de bienestar;

cierto deseo y ciertas esperanzas mundanas

hacen que el resto del día se arrastre

en los caminos hollados por la masa,

en la música que anoche te sonrió un instante.

Poema 449: El farallón

El farallón

En el farallón pueden leerse las líneas de la vida,

el mensaje que el mar grabó durante milenios.

La banda sonora es un continuo ir y retornar de olas,

una incesante tormenta sin relámpagos,

un mundo oscurecido por la llovizna

cual metáfora de las emisiones radiofónicas.

En la pared vertical está escrita la negligencia

de los salvapatrias tan pulcros,

mentecatos de la simpleza y el desorden,

el refuerzo animal que todos llevamos dentro

cincelado en un palimpsesto ilegible.

Suenan vientos de victoria xenófoba,

de distopías que creíamos imposibles,

una regresión a los tiempos del cólera,

déjà vu inexplicable y anómalo, siniestro e innecesario.

La monotonía del mar, la belleza y el yodo

permiten la abstracción y la distancia mental

necesaria para prever el desastre:

las difíciles componendas y arreglos humanos,

las lecciones de la Historia,

la firmeza ineludible para hacer frente a la necedad.

En el farallón alguien leerá en el futuro

lo que la imbecilidad humana no pudo borrar del todo.