Sensaciones
Algunos detalles, imágenes, se introducen
con fuerza entre mis circunvoluciones cerebrales.
Ya no son las mismas,
las he reelaborado y mitificado,
he difuminado ciertos fragmentos y ensalzado otros.
Si buceo con intensidad en el recuerdo
aparecen ellas, las sensaciones,
la angustia del abandono o la soledad,
la alegría infinita del sol y el mar,
la libertad de pedalear en tierra extraña.
Ante esos recuerdos sonrío
o me encojo aún temeroso y mínimo,
el olor de la cebada en la era,
vagar desorientado por lugares conocidos,
el dolor intenso de una luxación.
La experiencia me dicta, en medio del recuerdo
inspirar profundamente y detener el tiempo,
registrar ese instante de plenitud,
ojos, cara, sonrisa, el viento cargado de aromas,
el último beso que le di a mi abuela.
Muerte, sudor, infinito cansancio en la media maratón,
la película mejicana en el cine una noche lejana,
un roce de labios, unas manos enlazadas,
el llanto de un niño recién nacido,
un viaje en tren tras un día espléndido.
Recuerdo una multitud especiada
en el zoco de fez, laberinto y mercado,
un juego de escondite infantil temblando
bajo un abrigo con la niña que te gustaba,
el ciervo de Font de Gaume que lame a su hembra herida.
Hierba recién cortada en un minifundio,
un río helado y los tojos que pinchan,
el fútbol en el cruceiro,
el mazazo del anuncio de la muerte,
mi hija llena de cables en una incubadora.
Podría evocar versos tristes y alegres noticias,
infancia y adolescencia,
la madurez magnífica o el dolor insoportable,
pero me quedo en la repetición constante
de mi sonrisa en el espejo cada mañana.
