Caricias
La caricia de la chica, mirando al mar,
el sueño reparador de esa mujer un martes
tumbada en el asiento delantero del coche,
la diosa sexagenaria desnuda en la playa:
cuerpo de mujer, esencia del mundo.
Envidia de esa mano repleta de caricias,
de la seguridad de un sueño en público,
del paseo nudista bajo el pelo plateado.
El azar te hace contemplar escenas ajenas
que no son para ti, mirada poética,
búsqueda de belleza, insondable observar:
unas flores o el cuerpo inmarcesible
que esquiva las frías aguas del Cantábrico.
Ella, recién estrenado su carné de conducir
observa con pasión el rostro amado,
lo sondea con sus manos, lo envuelve e hipnotiza.
Melancolía de la edad, tesoros gnómicos
escondidos en los pliegues de mi cerebro,
flores amarillas de los tojos espinosos,
el azul reverberante del mar en mis ojos,
un olor a hierba que emerge de los prados,
el viento ondulante sobre mi cuerpo desnudo,
la novela centrífuga que leo en la playa;
todo eso me hechiza y me conforma,
define mi deseo, lo moldea y expande,
maravilla y fuente de vida, luz propia.
