Poema 593: Gatos tomando el sol

Gatos tomando el sol

Perviven aún entre nosotros vestigios

de casas molineras, tejados abandonados,

pueblos dentro de la ciudad

antiguo extrarradio hoy solares cotizados.

Los gatos se reúnen sobre la viga del caballete,

alcanzan a atisbar el sol tras días húmedos,

se secan contemplando la hora mágica.

El encuadre permite aislarlos, enfocarlos:

gatos henchidos tomando el sol,

ajenos a las vicisitudes nimias de quienes vocean

en ondas o en redes o en conversaciones pareadas.

Hace meses explotó cerca una vivienda,

todos los gatos anduvieron días alborotados,

hubo desaparecidos, felinos volanderos,

el efímero transitar por entre gigantes,

ora violentos, ora protectores aleatorios.

La sinfonía del tejado va a comenzar:

cantan los niños el lenguaje minino

dirigidos por Rossini desde el más allá.

Poema 340: Paraísos

Paraísos

Algunos paraísos duran un instante,

son efímeros

y esa es su gracia y consistencia:

un rayo de sol a principio del otoño,

una ola que te voltea desnudo

en una playa desierta,

el momento exacto en que amanece

con una luz sepia aún contenida

el espectáculo mate de las nubes en el cielo

o el encuentro de una mirada.

A veces una fotografía prolonga

y rememora,

estira y narra o voltea,

recrea, modeliza o idealiza;

otras veces es una conversación

la que te lleva a un punto cumbre,

un máximo local de felicidad.

A veces la pérdida ensalza

aquellas imágenes que has filtrado

convierte en melancolía y deseo

aquello que fue sucinto y prosaico.

Otras veces ignoras la fuerza de la plenitud,

niegas haberte sentido desbordado

por aquel trampantojo vital,

ese gatito que te mira con cautela

esperando tu compasión y caricia.

El paraíso está en ti y volverá cuando tú lo desees,

solo con la condición del olvido

de cuanto ha pasado y pasará.

Poema 237: Quietud

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Quietud. Luz opaca esta mañana.

Todos los Santos se ha vestido de gris cálido,

apenas algún amarillo  en las hojas,

capota térmica de manga corta.

 

En mi niñez había niebla y frío,

castañas y hogueras, desapacibilidad.

El húmedo penetrar del viento en los huesos.

Nada permanece.

 

Un gato campa a sus anchas por la orilla del río,

hay otro en una foto de desaparecidos,

la anciana de rostro arrugado los cuida,

forman parte del paisaje ribereño.

 

Mansamente flotan en el aire las hojas diminutas

del árbol mágico,

una urraca confiada se posa al pie de un olivo,

las flores del jardín se han mudado al cementerio.

 

Me gustaría leer un periódico en el parque,

saltarme toda la política y las noticias,

llegar a la cultura como un naufrago friki,

demorarme como la mañana en las palabras.

 

El día traerá otra belleza y un viaje,

sorpresas llenas de color y cierta aventura,

quizás con suerte el sonido del mar

pero nada comparable con esta quietud matinal.

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Poema 220: Gatos

GatosIMG_20190519_223053

La luz a esta hora invita al recogimiento,

aún no hace buen tiempo,

brillan las luces de la ciudad en el río

despiertan soledades olvidadas.

 

Una docena de gatos posa en el parque infantil

hay pocos transeúntes que los amedrenten

miran embobados esperando su comida

esa que a diario alguien les acerca.

 

Asomado al balcón del río observo la corriente

una mujer que pasea a su perro me observa

quizás me compadece o me ignora,

tendrá ya sus propios problemas intrínsecos.

 

Los gatos podrían atacarme si estuvieran hambrientos,

no creo que saliera bien parado del asalto,

mi presencia altera sus posiciones:

se alejan sin alejarse.

 

La fuerza del río es un imán para la conciencia,

el destello de la luz sobre la pasarela

y las sombras del mermado crepúsculo

estimulan los centros neurálgicos de la belleza.

 

He recordado al gato tuerto y a otros gatos:

en esa colonia de apacible apariencia

habrá luchas de poder, de vida y sexo,

morrongos descarriados que se asoman

a la oscura corriente del río.

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