
Biblioteca
El lugar estaba anclado en el siglo pasado,
coexistían enciclopedias voluminosas
con antiguallas pedagógicas obsoletas.
En el curso veintiuno la reconvertimos en aula
con un miniportátil de ocasión y una pizarra de Amazon.
Verano tras verano se llenaba de libros becados,
de infatigable personal haciendo lotes,
repartiendo sonrisas y libros de texto a las familias.
Los tubos de neón daban un aspecto mate
al saber estanco y pausado en el blanco y negro del tiempo.
El suelo curtido en mil batallas contra las sillas
simulaba un garabato infantil enrevesado.
Hubo trabajo colaborativo, pintura, luces led, sillones,
una limpieza que bien podría haber sido una hoguera,
un trasiego de libros hacia ninguna parte
y la épica colocación de imágenes icónicas,
de un orden inteligible, un Feng-shui armonioso y equilibrado.
Brilla el suelo como brillan los estantes y la cartelería,
ausentes los obstáculos, las cajas sin catalogar
en un espacio diáfano y sugerente.
La luz de los libros y la magia de un universo silente
donde las voces interiores de los libros se elevan
sobre el barullo desordenado de la presencia adolescente
hacen de la nueva biblioteca un oasis en el oasis educativo.




