Poema 632: La biblioteca

Biblioteca

El lugar estaba anclado en el siglo pasado,

coexistían enciclopedias voluminosas

con antiguallas pedagógicas obsoletas.

En el curso veintiuno la reconvertimos en aula

con un miniportátil de ocasión y una pizarra de Amazon.

Verano tras verano se llenaba de libros becados,

de infatigable personal haciendo lotes,

repartiendo sonrisas y libros de texto a las familias.

Los tubos de neón daban un aspecto mate

al saber estanco y pausado en el blanco y negro del tiempo.

El suelo curtido en mil batallas contra las sillas

simulaba un garabato infantil enrevesado.

Hubo trabajo colaborativo, pintura, luces led, sillones,

una limpieza que bien podría haber sido una hoguera,

un trasiego de libros hacia ninguna parte

y la épica colocación de imágenes icónicas,

de un orden inteligible, un Feng-shui armonioso y equilibrado.

Brilla el suelo como brillan los estantes y la cartelería,

ausentes los obstáculos, las cajas sin catalogar

en un espacio diáfano y sugerente.

La luz de los libros y la magia de un universo silente

donde las voces interiores de los libros se elevan

sobre el barullo desordenado de la presencia adolescente

hacen de la nueva biblioteca un oasis en el oasis educativo.

Poema 534: Casa de Pilar y José

Casa de Pilar y José

Tal y como imaginaba el lugar era fascinante,

vistas sobre la costa y calma, mucha calma.

La censura del Evangelio Según Jesucristo los trajo aquí

a la isla diferente:

Pilar buscó esta casa y la adaptaron para ellos

antes de que llegara el Nobel y el enorme reconocimiento.

La vivienda es ahora un museo, una memoria, un santuario,

una incitación a la imaginación de cómo vivieron

estos escritores eruditos y sus allegados:

sencillez, arte y muchos libros ordenados.

Ella modeló al escritor y vertió al castellano sus novelas,

le regaló tiempo para que pudiera escribir,

detallar, imaginar, sobrevivir.

Creó una biblioteca que es envidia y modelo,

un rincón de mujeres ordenadas alfabéticamente

para que sus libros no convivan con quienes las desdeñaron.

Vivienda blanca con carpintería verde,

jardín de membrillos, algarrobos y olivos,

recuerdos rocosos de su paso por el mundo,

cerámicas alentejanas, retratos, relojes y caballos,

todo un universo de seguridad en la fértil vejez literaria.

Poema 206: Astarté

AstartéIMG_8152 (1)

Salí con un poema recién leído de la biblioteca. No había entendido nada, pero me había hecho vagar por varios caminos mentales. El poema de Ashbery tenía la virtud de provocar y encender inquietud. Solo eso. Salí a la plaza mojada por la lluvia. Ya no estaban los playeros colgados del enorme pino. Grandes árboles y el ruido único de coches chapoteando en los charcos. Me quedé parado. Echaba algo en falta o sabía que algo estaba pasando. Se había detenido el tiempo. No lo encontré. Aspiré el aire fresco de la noche y comencé a caminar sonriendo. Era afortunado por estar allí y haber podido leer ese poema abstruso. Y por haber sentido el suspense en un instante. ¿Qué era un hastial? Al poco descubrí lo que acechaba y no había visto, porque estaba oculta entre las nubes que viajaban a una velocidad de vértigo: Astarté, la luna llena. Luna de Nieve, brillantísima y siniestra entre las nubes. La vi sobre la silueta de la antigua iglesia de San Agustín, ya archivo municipal. También sobre la colosal Academia de Caballería. Parecía seguirme. No pude fotografiarla hasta llegar a casa.

IMG_20161117_223838