
En el aire
En el aire estuvieron las acrobacias,
llegaron a toda velocidad tras una tarde de lectura,
las cervicales, el esfuerzo por no tener gafas de cerca,
el orgullo de atravesar raudo la ciudad en bicicleta.
Pasan los acontecimientos apresurados,
con una leve percepción de la intensidad,
del momento tan especial que supone cada acto.
Me demoro en la escritura de algunos detalles,
un paseo soleado por el canal, una piña verde,
el final del curso sostenido durante varias semanas,
celebraciones, conciertos, lecturas, palabras,
un diálogo de vital importancia en una minúscula vida,
la nimiedad de la propia existencia.
El equilibrio de la mente, del peso de cada acontecimiento,
quitarte los asuntos de encima como piezas de un tetris,
encajar absurdos y huecos lo mejor posible
aquellos hechos sobrevenidos, veloces, imparables.
En el aire comprendes el riesgo, la habilidad extrema,
el peso psicológico de cuanto sujetas en tierra,
te esfuerzas por la estética y el ritmo y la música,
despejas todo lo accesorio, te encuentras a ti misma.
Entrevés las nubes extrañas en el cuasi solsticio,
te preparas para captar ese instante de belleza fotográfica,
e inmediatamente incorporarte a la corriente cotidiana:
cenas, logística, aprovisionamiento;
desearías estar en el círculo del arcaico sepulcro de corredor
apenas marcado ya con unas piedras,
visible desde el valle, olor a cereal y a tierra húmeda,
sentir la luz, la caída de la tarde, la noche, la soledad
e incluso el miedo atávico a cualquier alimaña.




