
¿Cuánto tiempo puedo pasar mirando la luna?
El amanecer se ha disfrazado de luna llena
en el punto cardinal opuesto a la aurora.
Hipnotizado por el tamaño y el color
acodado en la ventana privilegiada
contemplo ese instante de hermosura efímera.
Aún consciente de la fugacidad de la escena
no tengo paciencia para la consumación.
Es el sino de los tiempos, apresuramiento,
prisa, fugacidad, ausencia de recogimiento.
La velocidad de la bicicleta no parece suficiente,
tampoco ese audio escuchado a velocidad normal,
el tiempo no se multiplica por subdividirlo en mónadas,
tampoco el disfrute profundo de la vida.
Ciertamente el encuadre de la escena callejera
es repentino: lugar, luz, circunstancia, presencia,
después el caos y la vulgaridad persistente
abierta en canal un instante para tu ansiosa mirada.
Leo cada día una suma intensa de titulares periodísticos,
la nada vacía y matemáticamente discreta
de unos fuegos artificiales remotos y ajenos
que se cuelan en las mentes desprevenidas
crean emociones básicas, arcaicas e insanas
en aras de la huida hacia adelante consumista.
¿Cuánto tiempo puedo dedicar a la luna?
¿Y cuánto tiempo a la lectura y a la cultura?
