En estos días lluviosos
En estos días lluviosos ascendentes de enero,
cuando los músculos duelen y duele el alma
el poeta debe volverse sobre sí mismo
una y otra vez, girando y girando, observando
donde están las anclas, donde está el arte.
Un verso de Carta al Mundo de Dickinson,
un fragmento de la Bohème,
escuchar la vicisitudes de un escritor en su novela,
degustar con calma una película o una serie
me devuelve el ansia de vivir, de escribir.
Una silueta, el olor del pinar tras la lluvia,
el recuerdo de aquellos pájaros azules
que rompían la soledad expectante,
una fotografía de las nubes duplicadas en el Duero,
transportan y embelesan, elevan el espíritu.
Existe en el ambiente una saturación de mediocridad,
chistes o rebuznos, opiniones políticas,
la ocurrencia cotidiana elevada al arte de las masas
que evidencia el vacío de ideas y la confusión
de quien busca igualar a todos en la ignorancia.
Basta el trazo delicado de una silueta,
o la libertad expresiva y anárquica de una poeta
para devolver la seguridad y el anhelo lector,
la confianza constructiva en algunos humanos
silenciados por el griterío evidente y avasallador.






