Huida
¿Y a dónde llegaste en tu huida?
Huiste de un piso sucio
lleno de maravillas en tu mente joven,
de las duchas con mucho frío
en medio de inviernos de niebla
y amaneceres esplendorosos
sobre la silueta, ahora tétrica,
del seminario.
Has huido de ellos, de esos recuerdos,
has huido de tu amigo,
de la juventud alocada y risueña,
de la soledad y reflexión sobre un puente,
de las cajetillas vacías bajo el armario.
Hacia delante, siempre hacia delante,
sin planificación, sin sistema,
improvisas cada instante
sin salir del deber o de la rutina fácil:
no fuiste a ver salir el sol en las hoces,
no driblaste la tentación de un beso.
Huyes de tu memoria, de esa libertad
idolatrada e insensata
por la que escapa parte de tu trabajo,
filtros inexistentes en tu mente,
la incoherencia de una madurez no deseada.
Huyes de la felicidad presente,
de unos abrazos infantiles irrepetibles,
de los cuentos de cada noche,
del humor y la risa que te desdoblan
y hacen palpitar todo tu ser.










