Poema 193: Huida

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¿Y a dónde llegaste en tu huida?

Huiste de un piso sucio

lleno de maravillas en tu mente joven,

de las duchas con mucho frío

en medio de inviernos de niebla

y amaneceres esplendorosos

sobre la silueta, ahora tétrica,

del seminario.

 

Has huido de ellos, de esos recuerdos,

has huido de tu amigo,

de la juventud alocada y risueña,

de la soledad y reflexión sobre un puente,

de las cajetillas vacías bajo el armario.

 

Hacia delante, siempre hacia delante,

sin planificación, sin sistema,

improvisas cada instante

sin salir del deber o de la rutina fácil:

no fuiste a ver salir el sol en las hoces,

no driblaste la tentación de un beso.

 

Huyes de tu memoria, de esa libertad

idolatrada e insensata

por la que escapa parte de tu trabajo,

filtros inexistentes en tu mente,

la incoherencia de una madurez no deseada.

 

Huyes de la felicidad presente,

de unos abrazos infantiles irrepetibles,

de los cuentos de cada noche,

del humor y la risa que te desdoblan

y hacen palpitar todo tu ser.

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Poema 192: Una luz azul en la mañana de noviembre

Una luz azul en la mañana de noviembreIMG_20181116_194112

Una luz azul en la mañana de noviembre

tras la lluvia, tras la muerte.

Me asusta la humedad, los huesos fríos,

el silencio del que ya no regresa.

 

Queda una construcción mental,

individual y colectiva del desaparecido,

una sombra de vivos colores aún,

un reflejo y una voz disueltos en el aire.

 

Ciertas palabras, ideas, seguridad,

las barbas de tu vecino,

un charco al que no habías prestado atención,

abrazos cotidianos ahora ya singulares.

 

Inacabado, el tiempo, el paseo,

el momento de belleza sublime,

esa página que estabas escribiendo,

esa despedida ensayada con las palabras exactas.

 

El vórtice o la estela de su paso vital

se cerrará con los problemas cotidianos,

una cicatriz hermosa, de cirujano plástico,

un aviso licuado en pequeños sorbos vitales.

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Poema 191: La palma de la mano

La palma de la manoIMG_20181116_173151

Una hoja perenne, curtida

por años de utilidades múltiples,

nido y escritorio, dibujos,

anticipo de humanidad.

 

Tu mano es tu tarjeta de presentación,

el envés es un misterio,

dibujos Nazca o líneas de vida.

 

El haz es la mancha de tu edad,

la fuerza de las nervaduras,

el color de tu salud.

 

Puedes hallar iniciales o augurios,

o usarla como instrumento de medida,

el patrón cercano que mueve el mundo.

 

Tacto y huella, una sinfonía de pliegues,

caricias , cercanía o amor.

 

Tu mano es un compendio de concavidad,

un centro de tu mundo,

una definición de normalidad.

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Poema 190: Relatos sexuales en torno al vino

Relatos sexuales en torno al vinoIMG_20151030_192319

 

Lees “una copa de vino”

y es una satisfacción sexual;

escuchas las gotas de lluvia

y surge la voluptuosidad

imaginada en sinapsis deseantes.

 

Aquella luz o tales evocaciones,

el vapor de un baño caliente,

la soledad de dos seres encontrados

en una situación propicia

desatan los nudos del deseo.

 

Lees y lees y, verbigracia,

accedes al sancta-sanctorum

de otras conciencias disímiles,

a las fantasías lejanas

de escritoras fantásticas.

 

La posición inicial es la clave:

en esa imagen se condensa la acción,

la atmósfera en la que es posible

el encuentro o el fracaso,

o el relato de una cierta intimidad.

 

Una falta ortográfica en el climax,

un ritmo léxico desacoplado de la acción,

desbaratan toda la ingeniería sexual

imaginada o evocada;

el vino nada puede reparar entonces.

 

Tú has estado en cada relato,

te has involucrado entre las palabras

analizas y evalúas y crees o fantaseas

o descrees y fulminas,

eres el espíritu que combina con la escritura.

 

Destacas la denuncia cruda,

el erotismo de la sangre sobre el vino,

el ritmo evocador en la despedida vital,

la potencia suma del cansancio

llevado al extremo de la propia muerte.

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Poema 189: Hojas en la calle

Hojas en la calleIMG_20181107_090250

Las hojas estrelladas tras la lluvia

son una anormalidad en las calles asépticas,

el asfalto no tolera intrusos,

son cicatriz en un cuerpo desnudo,

color indescriptible en la vida gris.

 

El escape visual desata imágenes,

el color de las playas atestadas en movimiento,

un centro comercial abigarrado y ruidoso,

una desconexión ancestral con la tierra.

 

La costumbre de pulcritud cromática

hace llamar sordamente al barrendero,

al meteorólogo para que no permita la lluvia,

a convertir las frondas arbóreas en muñones.

 

Una invasión así de formas y humedad

puede llevar a éxtasis indeseados,

abrir las compuertas del sueño y el deseo,

despertar los sentidos abotargados,

desencadenar una revolución de masas.

 

Quizás haya regresiones a la infancia,

el deseo potente de chapotear en un charco,

miradas de nuevo atraídas por el color

o el potente caminar ensayado de una mujer

en el espejo infalible de los ojos de un hombre.

 

La locura colectiva se desatará en las calles

en un ensayo sobre la fealdad reinante:

¡Retiren con premura la materia orgánica,

devuelvan la neutralidad al asfalto anodino!

 

Los ojos de los viandantes seguirán sometidos

a los férreos patrones cuadriculados de las aceras,

al mobiliario urbano que apenas se despeina

cada día en un ejercicio de supremo inmovilismo.

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Poema 188: Memoria, concepto

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En el silencio del frío está la fortaleza de tu ser.

 

El vórtice o la atmósfera de autoestima,

esa sonrisa que aflora sin procedencia,

el cúmulo de imágenes hermosas,

aún perduran en tu retina.

 

La memoria de presencia y voz y concepto.

 

Ahí valoras la lluvia (pensamiento contra corriente),

valoras el calor molesto del verano,

la sencillez de un erizo bajo el castaño,

el filtro verde de la luz.

 

Resides en una forma de vida que no te pertenece.

 

Ahora concéntrate en la tortilla que vas a cocinar,

sal del poema o de las voces que te piden escribirlo.

Condensa, memoriza y aparta.

Tú eres ahora el cuchillo que pela y corta la patata.

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