Poema 107: Presente añorado

Presente añorado

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Añoro ya las zapatillas perfectamente alineadas

de mi hija a los pies de su cama,

el amanecer rosado entrevisto a través

de los árboles que flanquean el Duero,

las hermosas llamas ondulantes

en el bidón encendido de la fábrica de madera.


Cuando escribo un recuerdo ya no está,

el caballo de nubes fotografiado por casualidad

al entrar una tarde en el centro comercial,

el programa de viajes por la baja California

entrevisto en el televisor mientras trabajo,

la lectura humorística de un relato erótico.


El libro que abro con devoción fetichista,

la fresa que desvela todo su sabor en mi boca,

un olor de velas cuya luz anaranjada imagino,

añoro la lluvia en mi rostro de corredor inconexo,

el tiempo afable en el que no existe la prisa,

consciente del fulgor de cada instante.

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Poema 106: Amanece

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Amanece. Seca helada,

un planeta naranja en el oscuro azul.

Los figurantes se reúnen en torno al bidón encendido.

Disfraces, jubones, calzas, gorgueras,

un chándal tres tallas más grande.


Frotan las manos esperando su turno,

voz engolada y chulesca:

tenorios, mejías, ciuttis,

ineses, brígidas, doñanas,

el desafío de la imaginación en el torneo.


En cada ronda se enfrentan dos poetas,

todos los demás aplauden o silencian.

Los gorrillas sucumben ante los jubones,

batalla de gallos, duelo singular,

voz, aplomo, improvisación, elegancia.


La fuerza visual del atuendo

parece acompañar al verbo florido,

ripios, rimas, fuerza interpretativa,

más actores que poetas, más rufianes

de gesto amplificado y sonrisa burlesca.


En la ronda final, la palabra precisa

de una dama hermosa

desmonta verbo a verbo cada bravata:

con firmeza sostenida, elimina, altera,

desconcierta al petulante y lo humilla.


Vencedora por aclamación, sonríe

y su sonrisa colorea el entorno;

nadie ha grabado la batalla,

victoria efímera de autoafirmación,

un escalón de ascenso vital.

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Poema 105: Uno

     Uno img_20161223_124635

Uno es él y su sombra

y allí nadie le molesta,

urden infamias vagas,

temores sin fundamento,

la niebla acompaña al invierno,

nadie le rescata.


Uno es el tiempo indeciso,

la energía ausente,

el aire borrado de sus pulmones,

baratijas deconstruidas,

indefinible sensación

de ausencia y presencia leves.


Uno es el paisaje efímero,

la repetición angustiosa,

los días sin sal o con sal,

la lucidez de un instante

lenta caricia, ardor, molécula

de vida aleatoria e inútil.


Uno es el poema leído

con lentitud de voz en trance,

la foto rebosante de energía

de la poeta muerta,

la mirada perdida del transeúnte,

un jersey para el frío.


Uno es su vórtice en la mirada

ajena, es su peso incógnito

en otras percepciones,

el lapso de tiempo de su olvido,

la huella que dejó su risa,

las caricias de sus manos.

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Poema 104: El sol tiene frío

El sol tiene frío

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El sol tiene frío,

y algunos corazones.


El mar truena, blanca espuma,

ácaros en la arena,

imperceptibles, silentes…


Ansías permanecer aquí sentado

al sol matinal del año nuevo,

huir hacia el hedonismo

del poema que estás leyendo.


Todo te retiene, apenas el aire

llega a su destino,

hora, minutos, voces,

tu propia inquietud.


Estás en el mundo, conectado

a redes sociales,

eres una sucesión de fotos

divergente, playa solitaria.


Tanta luz solo para ti.


Se acaba el tiempo propio,

regresa o permanece

en tu soledad angustiosa.


Algo parecido a la felicidad.

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