Poema 343: El pruno

El pruno

El otoño del pruno es una maravilla,

el gran chopo se alza por encima y lo protege.

Sin embargo el sauce joven se entremezcla

entre sus ramas y lo asfixia.

El sauce, vigoroso ahora, morirá pronto

y el pruno huésped vivirá una viudez intensa

llena de mirlos juguetones.

Los colores cíclicos denotan su estado de ánimo.

En el canal, los patos violadores

trazan sus flechas acuáticas en la sombra

mientras llueven hojas coloradas.

El sufrimiento del pruno al perder sus hojas

parece tan intenso como un cambio hormonal.

Los runners del camino de sirga junto al canal

admiramos la belleza madura,

la decoloración progresiva de su estructura externa,

el aroma que deja en el aire tras la lluvia nocturna.

Libarán abejas en la primavera,

soportará podas y desnudez

para seguir floreciendo con tanta intensidad

y fragancia

que hará que todas las miradas se posen en él.

Poema 315: Silencio

Silencio

El silencio lo rompe el réquiem por Sigfrido,

entonces imagino mi muerte

y esa música tremenda que desgarra la tarde,

proporcionando tal vez un momento de belleza

en quienes lo escuchen

como otros funerales lo hicieron en mí.

El silencio lo rompe el canto de un mirlo

mientras leo sentado en el banco de un parque

en este falso inicio de primavera,

y ese canto me lleva a un patio de Córdoba

en el que leía El cielo de Lima,

antes de escuchar El mirlo del pruno,

que es un gran trovador.

El silencio me desgarra como el sol poniente

desgarra esas nubes en el horizonte,

antes de que coloque el disco de Amancio Prada

recitando el Cántico Espiritual de San Juan

capaz de encender en mi espíritu el mismo color

naranja-intenso de la puesta de sol.

El silencio es un bien escaso en la ciudad

al igual que la forma de salir de él

llena de sorpresas e incertidumbre:

los murmullos crecientes en la terraza de un café,

el agua que cae en la cascada junto al molino

y te hace evocar la nieve y el deshielo.