Poema 442: En el campo

En el campo

Acudo bajo la llovizna tan excepcional de mayo

a un lugar sagrado en la antigüedad,

territorio de reposo de difuntos,

túmulo observable desde todo el valle.

El lugar me llena de paz y alegría;

aspiro el aroma de las espigas húmedas,

el viento cargado de agua,

la visión magnífica de entre verde y amarillo

que contrasta con el azul metálico –y oscuro–

de un cielo amenazante.

Descanso un instante del ajetreo del día,

del mes, del año.

Imagino a un cazador milenios atrás

hierático, olfateando el viento,

su lanza en ristre, joven y atlético,

atento a cualquier variación del campo visual.

Camino de vuelta por una senda inexistente

horadada por conejos y alimañas;

tras recorrer unos cientos de metros

observo una silueta animal en lo alto del cerro.

Estremecido y alerta corro campo a través,

atajo por entre las espigas

mirando de reojo con cautela.

Mi adrenalina se ha disparado al intuir un cánido,

a buen seguro más asustado que yo.

Llego lleno de barro, pies húmedos y sudando,

al camino conocido, lugar teórico de salvación,

satisfecho y resollando, lleno de vida.

Poema 432: El mar

El mar

Surgieron en la entrada de la playa

como restos de una fiesta que no fue;

querían abarcar la playa y apropiársela

en una táctica ofensiva prehistórica.

Los hombres caminaban arqueando sus piernas

con balanceo de caderas

dándose una importancia suma en este universo.

Se adentraron en el mar con sus neoprenos brillantes,

al acecho paciente de la ola,

nublado el cielo, nublado el mar,

lleno de crestas y un sonido poderoso

más fuerte que ellos, más rotundo.

No eran marineros ni aborígenes,

surfeaban desde la mesa de sus oficinas

en edificios rodeados de tráfico y espejos,

soñaban con un instante de gloria a tres metros de altura,

el grito de su vida aburrida al coronar el Tourmalet.

Esperarían toda la mañana o toda la vida,

a salvo la coreografía magnífica desplegada en la playa.

No envidié sus esperas ni su atuendo camaleónico,

sí el poder de domeñar durante un instante la arena

en una danza chamánica de fuerza comunal.

El mar les devolvería a su individualidad gris y urbana.