
La cúpula
La llamaron geoda antes de existir,
diseñada con creatividad política,
un engarce de figuras geométricas
aceradas y ensambladas con arte.
La sacudieron vientos e inclemencias,
políticas y meteorológicas:
un nombre infausto para la plaza,
una columna central innecesaria
que aún podría ser retirada.
Se filtran a través de ella ocasos,
plenilunios, nubes rosadas por el sol,
el reflejo magnífico en el agua en derredor.
Pían los pájaros revueltos en el crepúsculo,
revolotean decenas de murciélagos
devoradores de masas insectívoras.
Imagino con gran expectación
el crujir fundamental de la estructura
si fuere retirado el sostén central:
algarabía y aplausos o la ruina amalgamada
del diseñador o del gran soterrador.
Un monumento geométrico emblemático
de gran belleza matemática,
de resonancia lapidaria oculta
por un torbellino de conceptos eruditos.
