
Niebla nocturna
El Pisuerga no es el Támesis
pero algunos días se le parece.
Las urracas dialogan ocultas
en lo alto de árboles pelados
semiocultas por la niebla.
El caminar es un lujo inseguro
lleno de percepciones:
humedad, frío, tinieblas,
una posibilidad magnífica
de que la mente juguetee con imágenes
difuminadas por conos de luz intangibles
que no llegan al suelo.
La bruma atrapa tu voluntad
y puede llevarla al borde del río;
allí debes engañarla con una foto
un trampantojo de tu realidad,
o dejarte seducir por la oscuridad
romántica de aguas hipotérmicas.
Huele al compostaje de hojas caídas,
al lodo del río que sube a la superficie.
El sonido de una carpa
se entromete en la intimidad de mis pensamientos.
Esta es una ciudad de nieblas,
de Tenorios representados cada noviembre,
cuna de actrices y actores;
bajo el puente una mujer susurra a su pareja
la pesadilla que soñó la noche anterior.






