Poema 353: Niebla nocturna

Niebla nocturna

El Pisuerga no es el Támesis

pero algunos días se le parece.

Las urracas dialogan ocultas

en lo alto de árboles pelados

semiocultas por la niebla.

El caminar es un lujo inseguro

lleno de percepciones:

humedad, frío, tinieblas,

una posibilidad magnífica

de que la mente juguetee con imágenes

difuminadas por conos de luz intangibles

que no llegan al suelo.

La bruma atrapa tu voluntad

y puede llevarla al borde del río;

allí debes engañarla con una foto

un trampantojo de tu realidad,

o dejarte seducir por la oscuridad

romántica de aguas hipotérmicas.

Huele al compostaje de hojas caídas,

al lodo del río que sube a la superficie.

El sonido de una carpa

se entromete en la intimidad de mis pensamientos.

Esta es una ciudad de nieblas,

de Tenorios representados cada noviembre,

cuna de actrices y actores;

bajo el puente una mujer susurra a su pareja

la pesadilla que soñó la noche anterior.

Poema 296: Sol del membrillo

Sol del membrillo

Este sí que es el sol del membrillo

y esta la niebla del Duero y del Pisuerga.

Este sí que es el fuego proletario en un bidón,

y esta la vida que hace aflorar la sonrisa defensiva.

Y esta es la sociedad en la que cada cual

                                               es más listo que los demás,

Y esto no se puede hacer pero lo hago,

aunque me cabreo si veo hacer lo mismo a mi vecino.

Este es el camino que recorrí hace unos días

y que hoy no puedo recorrer de nuevo.

Estas son las tardes espaciadas

y las noches confinado,

Y esta es la soledad del cementerio en víspera

de Todos los Santos.

Esta es la alegría perdida en un instante

                                               por incauto y despistado,

Y el largo penar desorientado, sin queja dulce y sin soneto.

Este es el sol del membrillo, a las puertas del invierno

                                               condenado.

Poema 294: Estampas otoñales

Estampas otoñales

Los cipreses que veo desde el coche

oscilan bajo el viento cual dinosaurios de Spielberg,

cuello largo de movimiento ondulante,

verdes herbívoros estirados para alcanzar comida arbórea.

Una matrícula HLK me hace decir Hulk,

obsesionado con palabras y películas;

el cerro en el que se asienta Parquesol

está oculto por unas nubes bajas, quizás niebla.

La otoñada a lo largo del río y los canales es magnífica,

toda la gama de ocres y amarillos

refulgentes por la lluvia y el viento,

hojas volanderas y una cierta decrepitud muy hermosa.

Las mazorcas de maíz están guarecidas en sus fundas,

son un tesoro amarillo en medio de una masa

de un color indefinido y deslavazado,

acaso ves a los niños perdiéndose dentro del campo infinito.

Imaginas violines o el saxo de Kenny G

en medio del temporal al que esta vez han llamado Bárbara,

la música ordena el ritmo aleatorio del movimiento,

hace que la naturaleza parezca rítmica en sus fases.

En la conjunción de los dos ríos caudalosos, Duero y Pisuerga,

observas el ángulo de incidencia y el caudal,

cautivado por la belleza y el sonido de la pesquera,

por la luz descompuesta en una gradación indescriptible del color.

Poema 204: Noctem

NoctemIMG_20190119_205304

Cae la tarde y llueve.

No es verdad que llueva,

puedo visualizar esa lluvia

pero hoy ha hecho una tarde espléndida

y el ocaso es lento y sereno,

desgrana naranjas sobre los tirantes del puente,

hiela el rostro de los ciclistas que regresan

de esos caminos de la tarde.

 

No llueve, no hay lágrimas,

las oculta el deseo y el verbo,

las luces de los coches restringidos

por la contaminación invisible,

hacen vibrar levemente los cristales.

 

Desde mi atalaya en penumbra

atisbo peatones de invierno,

aves sueltas en la curva del Pisuerga,

quietud de la ciudad que se dispone

a la fiesta del sábado noche.

 

Lloverá y los reflejos de los semáforos

en el asfalto producirán destellos,

encogidos los transeúntes caminaran erráticos,

las palabras llevarán el ritmo de la lluvia

y se escuchará el cántico de árboles

alimentándose del agua celeste.

 

La ciudad se abre a la noche,

enciende sus luces, se enniebla

se traviste de gasa y rocío

cierra a cal y canto sus calles

a la música atronadora de locales subterráneos.

 

No hay lluvia ni viento, ni las nubes caprichosas,

es la noche de los focos y el alcohol,

de cuerpos girando en busca de trance,

permuta de noche por día,

destellos de verdad y de dolor,

la soledad interior de quien se despoja de todo.

IMG_3389