Primavera con mascarilla

La naturaleza está desbordada,
mucho más de lo que se ve desde la ventana,
gatos y ocas reaccionan al movimiento
apretados por el hambre del confinamiento.
El olor de las flores, los almendrucos,
la humedad, ascienden desde un suelo
que parece virgen tras el descanso
de una cuarentena tan lluviosa.
Hay una alegría por algo tan cotidiano
como un paseo con los niños,
hay miedo y precaución,
todos cubiertos con mascarillas preventivas.
Unos restos ajados de lilas y el color
intenso de unas amapolas
redescubren los ojos sometidos a pantallas,
a luces artificiales en el hogar.
Somos seres anónimos hasta para los amigos:
no te detengas, no contamines,
no desperdicies la ventana temporal de tu paseo,
aprehende cada brizna de hierba en el camino.
Cada uno es su isla familiar, su entorno reducido,
los libros que ha leído y la música del confinamiento,
algunas canciones de resistencia,
y los aplausos a las ocho que ya van decreciendo.
El pinar huele a limpio y solo se escucha el ruido
de pájaros y corredores hollando los caminos;
enmascarados vuelven al hogar en embudo
a las diez en punto de la mañana conforme lo ordenado.
La vida se filtra, y se escapa y desborda por los pliegues
de un sistema que trata de ordenar el caos;
aún es pronto para saber si podremos mostrar
en primavera nuestro verdadero rostro.
