Poema 674: Años de Peregrinaje

Años de peregrinaje

La pianista con su incómodo vestido rojo

se quita los zapatos;

acaricia el teclado con elegancia

mientras ejecuta un List de vértigo.

Cientos de miradas y de oídos se deleitan

en la sala de cámara:

cada cual evocará paisajes o vivencias

o los sueños aún sin cumplir cada día.

El virtuosismo es admirable, al igual que la melodía:

¡Cuántos años sentada ante un piano!

La expresión corporal, el ritmo, la danza sedente,

humanizan el arte estratosférico,

la ausencia de errores, la velocidad simpar.

La imagen de rojo, blanco y negro se difumina

cuando la música invade los sentidos.

Ideas, conceptos, valoraciones, lugares oníricos

se adueñan de mis centros de consciencia,

iluminan espacios mentales, me alejan de la realidad

en esa soledad acentuada, sin carnalidad posible.

La vida hoy ha sido generosa y amable,

he dispuesto de tiempo, de emociones, de palabras,

he contemplado la humanidad de un quinteto

y la apabullante maestría pianística de Zee Zee.

Cada pequeña acción se amplifica con la música

creada, ejecutada, efímera:

sensibilidad exacerbada como si los velos desapareciesen

tras el conjuro mágico de garabatos mnemónicos.

Vuelve el foco al reflejo de las manos persistentes y veloces.

Poema 341: Las puertas de Tannhäuser

Las Puertas de Tannhäuser

Era una y eran tres,

eran la entrada a los valles, Placentia.

En mi sueño eran mil puertas,

libros que se abrían, pórticos medievales,

la libertad del galope sobre el valle fluvial

en un caballo blanco.

Bajo el puente de Trujillo las obras

derriban vestigios incómodos

casas pasadas de moda.

Hay un molino y una voz suave,

entonces unas puertas enormes

azules con símbolos cósmicos se abren

suenan timbales y otros instrumentos

desconocidos;

un séquito avanza majestuoso

la luna en cuarto creciente se alinea con Venus

el chambelán porta un libro sagrado

lleno de dibujos que son letras

lee con una voz gutural nunca escuchada

infunde temor y temblor en quienes lo escuchamos.

Allí había una imprenta,

ahora se ha abierto un portal

un viaje onírico en el tiempo.

La divinidad está ceñida por telas blancas

parece flotar mientras camina

aparto los ojos ante la majestad y la belleza.

Susurra y sisea frases rituales que no comprendo

pero que me envuelven en un halo de aturdimiento,

su volumen aumenta poco a poco, como un zumbido,

mientras los fieles repiten y recitan los salmos

amplifican los sonidos de la vestal.

Una racha de viento agita las hojas cosidas

que porta el maestro de ceremonias.

El viento de la Historia se lleva las voces

los hechos, las procesiones;

están a punto de cerrarse las puertas

llenas de libros.