Poema 644: Las olas compartidas

Las olas compartidas

Las playas asturianas tienen nombres míticos,

Playa del Silencio, La Caladoria, La Concha de Artedo,

igualan al arrojado y al tímido,

los convierten en guiñapos arrastrados por el mar.

En medio del fragor sonoro del oleaje

aparece un rostro reconocible y amigo,

la confianza de poder atacar juntos los terribles embates,

el disfrute tras cada revolcón marino.

En esos instantes en el agua no existe antes ni después,

el olor de la sal y el yodo, la alerta continua,

la posición del resto de bañistas o de algún surfero

centran toda tu atención.

Nadar y tenderse boca arriba tras atravesar la ola,

sonreír al grupo que te rodea,

verdeazul-sonoro-táctil-salado,

ya nada importa salvo la cumbre momentánea

y enseguida, saber que ese instante es irrepetible.

Compartir las olas activa sentimientos de pertenencia

establece pequeños vínculos anímicos

seguramente etéreos o sumativos en el largo plazo impredecible.

Los días míticos se suceden cual motas puntillistas,

comunican las crestas de las olas compartidas

con otros momentos estelares veraniegos pasados

creando un subconjunto de amistad de alto valor emocional.

Poema 586: El canto del mar

El canto del mar

Lejos, en el itsmo de la playa

atisbo una mujer desnuda;

camina, se oculta en la cueva,

se baña, se seca al sol como una diosa.

El acceso es complicado,

subir y bajar por rocas húmedas,

resbaladizas, líquenes centenarios.

Comienza el año con una bajamar

como la que yo recordaba de antaño,

un día frío y ventoso, solitario,

en el mismo lugar, en el metaverso.

Canta el mar sobre las rocas,

en las que ella se oculta para vestirse

e integrarse, ya mortal, entre los caminantes.

La luz, el azul del cielo, todo coadyuva

para crear un idílico paraíso en la playa:

una cascada, reflejos, gaviotas planeando,

un hermoso perro que juega con las olas.

Didáctica, ha explicado a una pareja

el camino posible hasta la playa;

después ha continuado su ruta.

La imagino con una sonrisa en el rostro

tras la fusión natural con el mar

en estas primeras horas del nuevo año.

Poema 432: El mar

El mar

Surgieron en la entrada de la playa

como restos de una fiesta que no fue;

querían abarcar la playa y apropiársela

en una táctica ofensiva prehistórica.

Los hombres caminaban arqueando sus piernas

con balanceo de caderas

dándose una importancia suma en este universo.

Se adentraron en el mar con sus neoprenos brillantes,

al acecho paciente de la ola,

nublado el cielo, nublado el mar,

lleno de crestas y un sonido poderoso

más fuerte que ellos, más rotundo.

No eran marineros ni aborígenes,

surfeaban desde la mesa de sus oficinas

en edificios rodeados de tráfico y espejos,

soñaban con un instante de gloria a tres metros de altura,

el grito de su vida aburrida al coronar el Tourmalet.

Esperarían toda la mañana o toda la vida,

a salvo la coreografía magnífica desplegada en la playa.

No envidié sus esperas ni su atuendo camaleónico,

sí el poder de domeñar durante un instante la arena

en una danza chamánica de fuerza comunal.

El mar les devolvería a su individualidad gris y urbana.

Poema 340: Paraísos

Paraísos

Algunos paraísos duran un instante,

son efímeros

y esa es su gracia y consistencia:

un rayo de sol a principio del otoño,

una ola que te voltea desnudo

en una playa desierta,

el momento exacto en que amanece

con una luz sepia aún contenida

el espectáculo mate de las nubes en el cielo

o el encuentro de una mirada.

A veces una fotografía prolonga

y rememora,

estira y narra o voltea,

recrea, modeliza o idealiza;

otras veces es una conversación

la que te lleva a un punto cumbre,

un máximo local de felicidad.

A veces la pérdida ensalza

aquellas imágenes que has filtrado

convierte en melancolía y deseo

aquello que fue sucinto y prosaico.

Otras veces ignoras la fuerza de la plenitud,

niegas haberte sentido desbordado

por aquel trampantojo vital,

ese gatito que te mira con cautela

esperando tu compasión y caricia.

El paraíso está en ti y volverá cuando tú lo desees,

solo con la condición del olvido

de cuanto ha pasado y pasará.