
La edad
Hay un tiempo en que el tiempo se detiene,
hay días del año en que todo se repite,
rostros conocidos simulan continuidad,
obvias arrugas, calvicies o canas,
lo afectuoso esconde con eficacia las miserias,
los duelos y los quebrantos.
El desfase de autopercepción funciona,
y en el juego de naipes puedes triunfar,
acostarte ese día satisfecho tras un gin-tonic,
y un cúmulo de conversaciones no siempre banales.
Revisarás al día siguiente las fotografías,
las palabras y las noticias de los hijos,
echarás de menos a quienes ya no cumplirán
los ritos iniciáticos de las matemáticas.
Se ha pasado la vida en un suspiro entre Bourbakis,
docencia, viajes y algunos poemas interesantes.
A solas, en el silencio aún vibrante de la noche
meditarás acerca de la propia insignificancia:
has transitado calles vacías y máscaras remotas,
necesitas un nuevo filtro de miope belleza
capaz de cubrir la órbita elíptica completa.
Satisfecho, comienzas a tejer una senda
de placeres, emociones, lecturas fascinantes,
la existencia local que desenfoca el plano cenital.




