Poema 608: Planificación

Planificación

La idea fue suya, antes incluso de subir al Pinajarro.

Debía de llevar meses siguiendo desplazamientos de auroras,

estudiando la ubicación de cascadas y lagunas glaciares.

Examinamos juntos un rango de fechas y ciclos lunares,

un calendario escolar que fuimos postergando

hasta encontrar unos vuelos decentes y asequibles.

Cuando cerramos la primera fase en agosto

mi hijo ya tenía señalada en un mapa cada visita,

cada punto de interés en una zona acotada de la isla.

Hubo que enfocar para reservar alojamientos,

trazar un plan de viaje y alquilar un coche,

promediar distancias y visualizar emplazamientos.

Al acercarse las fechas indicadas observamos el clima,

un temporal de viento y nieve dificultaría el viaje.

Eligió tres alojamientos estupendos:

la cabaña del lago, que amaneció nevada y casi aislada,

un cubo en medio de una pradera despejada,

y un bungalow de madera con un jacuzzi exterior.

Perseveramos en la observación de las auroras boreales

hasta que en la última noche se manifestó el prodigio:

destellos que asomaban entre las nubes,

formas caprichosas, el baile voluble de los fotones,

una clausura apoteósica en medio de la nieve.

Poema 542: Subida al Pinajarro

Subida al Pinajarro

Perdí la contera de mi palo de montaña,

se quedó en la subida tan dura, tan aplazada.

Los piornos nos destrozaron las piernas,

múltiples siseos, arañas, una culebrilla,

cuatro horas infinitas de ascenso

entre praos, riachuelos secos y los hitos

que otros montañeros anteriores colocaron.

Las plantas rastreras y leñosas

dificultan constantemente la ascensión,

unos novecientos metros en tres kilómetros y pico,

una transición difícil del plano a la realidad.

Hemos subido con la ilusión de mi hijo,

con el conocimiento previo de la exigencia de la ruta,

sumando voluntades y esfuerzos,

admirando la altura y las múltiples visiones

de valles, otras montañas, pueblos y senderos.

Arriba la veleta marcaba noroeste,

el privilegio de una visión de ángulo completo

el culmen de un esfuerzo titánico

y el pánico racionalizado del descenso.

La luz del amanecer doraba el fondo tras los pinos,

sombras en los canchales,

el verde emboscado de las escobas en las laderas.

El descenso fue un calvario de piernas arañadas,

y un fortalecimiento resistente del vínculo filial,

el grito desde la altura de un deseo consumado.

Poema 514: El mundo a tus pies

El mundo a tus pies

En la desapacibilidad de comienzos de mayo

una salida en bicicleta con mi hijo es algo mágico,

el esplendor del campo, el esfuerzo,

un silencio de pedalear e impregnarse de los colores

de esta primavera que me evoca la del confinamiento.

Soy consciente de la maravilla del instante,

de la conexión sin palabras, de la dualidad establecida,

una transmisión inmaterial de ideas, de movimiento,

el placer de triscar montes y sembrados,

de vislumbrar una combinación inesperada de flores,

de ascender a lo alto de un monte, sin resuello.

Todas las obligaciones diáfanas han desaparecido,

la vista abarca campos ondulados, árboles de hojas tiernas,

algunos senderos apetecibles, ocres entre el verdor;

también una sensación efímera de volatilidad:

después de este instante vendrá otro también irrepetible,

habrá otras felicidades que apenas podré fijar un instante

devoradas por la velocidad imparable de los acontecimientos.

El mundo a tus pies permanecerá en la retina,

elongará el tiempo más allá de mi tiempo y fortaleza.