
Escribir sin ton ni son
Escribir sin ton ni son, palabras,
simples palabras encadenadas o sueltas
con o sin preposiciones, usura
un precio de tiempo y de ciertas malas posturas
vértigos.
Existe la belleza exterior y el traveling
nominar todo aquello que emociona o excita
o lo que aprisiona y desgasta,
cualquier flujo de conciencia en cualquier momento,
pulir,
dotar de estructura un pensamiento deslavazado.
La suma concentración del instante
será beneficiosa para mis sinapsis y salud mental,
aunque olvide deprisa el propósito y dude
–horas o minutos después–
cuál era el leiv motiv de aquello que escribí.
Leer es más cómodo, pero menos gratificante,
involucra probablemente más áreas cerebrales
desencadena procesos más vastos y etéreos.
El tiempo solitario es un tesoro que asumo con egoísmo
tecla a tecla, maravilla de la técnica
de la práctica escritora de mis dedos.
Antes he hecho una ruta en bici,
he tomado fotografías de extraños encuadres
de las que a veces emerge un poema
o he caminado sin rumbo fijo solo reflexionando.
El estado de ánimo vuelve místico o ridículo
aquello descrito o sugerido o insinuado
el leve roce del lenguaje en la conciencia
de un lector desprevenido o masoquista.
La descarga poética es un alivio y una satisfacción,
me exonera de cualquier contrato social
de sentirme un excluido por indolente y abúlico.
El deber de concentrar en píldoras de gran esfuerzo
todas las vivencias miserables
algunos pensamientos accidentales, lucidez aleatoria,
dudosa elegancia
es un exoesqueleto suficiente y en ocasiones soberbio.
La vida vivida a sorbos es escrita a borbotones
imaginada y pincelada de forma impresionista.


