Poema 286: Canto del caminar

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A media luz, tras el ritual del despertar,

atraviesas un pueblo ajetreado en sus huertos,

lindo caminar sin otra intención que el placer

sensorial encerrado en tu caja craneal.

 

Ahí sumas experiencia, intuición, imaginación,

la vida que pasa por delante cada año,

miedo a extraños ruidos del amanecer,

la locura o el olvido que pueden acaecer.

 

Se afana el agricultor en abrir la trampilla

del riego por inundación, ingeniería del surco,

voracidad de la invasión acuática

murmullo de las acequias llenas de vida.

 

Asciendes por pistas y sendas tan diferentes

de las que has conocido en tu  niñez,

de los caminos que hollaron tus antepasados

en la meseta horadada por cuencas fluviales.

 

Te sorprenden las formas abigarradas de los árboles,

la piedra de aspecto fálico que parece coronar el valle,

la luz solar que va abriéndose paso por las gargantas

y torna dorada la penumbra y la oscura masa vegetal.

 

Tus piernas son tu conexión con la naturaleza,

ellas te permiten ver aquello que poca gente ve,

subir y calcular y volver, son tu medio de transporte,

la forma de huir si te acechan varios perros salvajes.

 

Por allí hay un canchal, aquí un manantial, allá

una torrentera que ahora baja seca y descarnada,

un pilón lleno de agua te muestra el ganado que no ves,

huellas, boñigas, silbos, cencerros, el todo habitado.

 

Decides regresar sin acercarte siquiera a las cumbres,

deben seguir siendo inaccesibles para ti,

son la ilusión por cumplir, el proyecto de tu madurez,

la medida creciente de esperanza y futuro.

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Poema 285: Time

Time

No hay tiempo

para esto o para lo otro,

desvías minutos egoístamente,

pierdes las horas muertas,

inconsciente, tecleas el móvil.

Los perfiles de las montañas,

múltiples planos superpuestos,

secuestran hipnóticamente la mirada,

bruma, verde,  fractal,

imposibles de aprehender en una fotografía.

Prados, robles, castaños,

piedras de formas caprichosas,

vacas, cabras, ovejas rumiando,

atraen, imantan, llenan los oídos

de música natural.

El tiempo vacacional llena vacíos,

despierta intereses olvidados,

ocupa, expandiéndose, intersticios mentales,

puedes despreciarlo un instante,

pero entonces redescubres su valor.

Las caminatas al amanecer sustraen

horas al sueño, tiempo de cama inerte,

se cobran después minutos en la siesta,

absorben cualquier instante del día

en el que poder caer en brazos de Morfeo.

Pero la redistribución del tiempo está ahí,

puedes hacer cálculos de ciclos de sueño,

aprovechamiento mental o juego,

conversar con alguien o leer,

al final la suma de todo tiende a coincidir.

Sabes que existen dilataciones: leer, viajar, meditar,

en esa búsqueda te desordenas,

en el arte, en la música, en llenar los espacios

mentales con los que haces tu cómputo;

ese es el truco de los dioses que no siempre funciona.

Poema 284: Despojos del mar

Despojos del mar

Ha llovido y la playa nudista está desierta,

el mar ha dejado sus despojos en la orilla:

una bota de fabricación irlandesa,

trozos de madera quemada, algas, hierba,

una pata de mesa de hierro oxidada.

El agua tiene un color que no invita al baño;

indeciso, permanezco sentado en la arena,

todo lo miro, el verdín de las rocas,

el cielo amenazante y plomizo,

la pareja de adolescentes que juguetea, cerveza en mano,

hasta desaparecer en las dunas.

Algunos bañistas han almacenado palos

en disposición cónica,

que invita a la hoguera en noche de luna llena;

aún no han podido mover el enorme tronco

varado en medio de la playa.

El mar copula con las rocas y las convierte en arena,

no hay gaviotas planeando,

quizás una solitaria se atreve a posarse en una roca,

otra vigila desde lo alto del acantilado,

el mar es una masa que la luna mueve a su antojo.

La playa veraniega es un ensueño turístico,

esconde plásticos, madera, botas y desperdicios;

las olas son un placer enorme para el baño,

apenas hay animales que puedan amenazarnos

en ese decorado que solo atisbas durante unas horas.