Geometrías del confinamientoIMG_5227

La línea del renglón se inclina hacia abajo

como lo hace la señora que camina por la calle

con su bolsa de la compra repleta de alimentos.

 

Se cruza con una encapuchada de un azul tenue

que marcha veloz y silenciosa, en línea recta.

 

El perro zigzaguea aleatoriamente,

los ojos envidiosos del observador trazan un camino,

seco y anguloso

el que une su balcón con el cono de luz del movimiento animal.

 

Los palomos se esparcen a sus anchas en la enredadera

planean siguiendo una curva suave de aterrizaje en el césped

plagado de margaritas.

 

Las ondas musicales tras el aplauso a las ocho de la tarde

reverberan en los edificios hasta extinguirse

se acoplan con otros reproductores en curva sinuidal.

 

Enfila recto el vehículo de la policía tan alborotada

por el estado de alarma tras veintisiete días.

 

Subo y bajo escaleras una y otra vez en un circuito helicoide

procurando no tocar las barandas,

concentrado en pulsaciones y tiempo de ascensión.

 

Las pelotas de ping-pong sobre la mesa del salón

describen parábolas invertidas

antes de chocar con los botes de tomate en conserva

que hemos colocado como red.

 

Las piezas del puzzle que hacen mis hijos forman un mapa

de fronteras coloreadas, cabos y golfos que se unen

en un rectángulo final de gran belleza.

 

Mi vista traza diagonales en la lectura de artículos de prensa,

a veces traza círculos en la difícil concentración de un párrafo

del tercer libro de lectura sofisticada.

 

El sol y las nubes diseñan formas caprichosas

vórtices de viento, conos invertidos,

un sumidero que parece absorber todas las almas encerradas.

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