Poema 616: Imágenes futuras

Imágenes futuras

El ascenso hacia el ocaso es arduo, sudoroso, vital,

pesan las piernas y pesa el cúmulo de recuerdos,

la edad y algunas desgracias colaterales

en las que puedes ver reflejada tu propia imagen futura.

Asciendes en pos de la juventud, de tu propia juventud,

elevas la vista y atisbas una cumbre panorámica,

flores de brezo, el océano a la izquierda, rumor de olas,

un verano futuro en el que nada era imposible.

El poso de la desmemoria llama insistentemente,

desaloja las imágenes presentes, ese encuadre magnífico

que consigues como trampantojo de tu presencia,

la belleza programada y mostrada como trofeo de viaje.

Acumulas vivencias, aventuras, ejercicio, fuerza,

bulle tu mente en busca de sendas lunares, cielos rosáceos,

una cierta individualidad creativa entreverada de diálogos,

la pausa que simula inmortalidad en un engaño holístico.

Conviven las tradiciones autárquicas con el bullir turístico,

vacas al sol de los pastos coloreados por el pintor,

que copulan, paren, enferman, son exprimidas

cuando el voyeur desaparece en sábanas pasteurizadas.

La naturaleza en la que simulas licuarte es hirsuta y espinosa,

muestra flores y coloridos señuelos antes de engullirte,

es parte de ti y tú eres parte de ella, en una amalgama

ineludible, mística, evolutiva, consentida y esencial.

Cierras el ciclo de la senda zigzagueante y escabrosa

tomando una cerveza en la pradera marítima y animada:

decenas de semejantes burlando la subsistencia remota,

un humano acompañarse en una intimidad resplandeciente.

Poema 197: Permanencia

PermanenciaIMG_2692

Las vacas siguen el en mismo lugar

al lado del mar,

hay sol y pastos verdes,

se escucha la masa marina en movimiento.

 

Apenas hay cambios en la belleza

del paisaje,

te imaginas corriendo sobre el acantilado,

con toda la luz del mar en tus ojos.

 

La barba de varios días te envejece

más que tus distracciones u olvidos,

te recuerda tu mortalidad evidente,

los años percutiendo estos senderos marinos.

 

Huele a hierba y a humedad

en el reino de caracoles y babosas,

no hay motores en esta parte del mundo

que perturben el sosiego de Nochebuena.

 

La arena amarilla es un misterio en este paisaje,

hay regalos intensos para tus ojos

tras cada curva del sendero,

sosiego e ilusión de permanencia aún un poco más.

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