Poema 677: El Sexo en Tiempos del Románico

El Sexo en Tiempos del Románico

Hay una pequeña expectación en la espera,

rostros amables, algunos conocidos,

una sorpresa mayúscula, una ilusión

una cumbre de maravilla en la vida fugaz.

Durante eternos minutos el hombre uniformado

ejerce su pequeña tiranía en el acceso

ajeno al trasfondo de potencia argumentativa

del Sexo en Tiempos del Románico.

Fluye la luz y la palabra de la autora-divulvadora

esa voz tan reconocible y ya doméstica:

–¿estará nerviosa? –, susurras intrigada

mientras comienza el diálogo cómplice.

Isabel proyecta diapositivas explícitas

funde la piedra con la ostentación de la estirpe,

derriba sesgo a sesgo la toxicidad masculina

con la complicidad erudita de su interlocutora.

–Mansplaining de libro–, dices mientras habla y habla

el hombre que en realidad no quería preguntar nada.

La autora responde con paciencia infinita:

ha desgranado pruebas fehacientes,

ideas permeables a todo tiempo histórico,

fuentes, documentos, una realidad oculta,

vulvas resucitadas tras su paso por el reino vegetal,

y un torbellino de referencias eruditas

en la dificultad inmensa de cambiar mentalidades.

Poema 402: La cara oculta

La cara oculta

Pretendidamente nos suministran

Píldoras de información innecesaria:

un documental te abre levemente los ojos

y entonces el engaño se manifiesta nítido.

Corrupción, comisiones, poder económico,

simpatías o antipatías personales,

muchas amantes, lujo deslumbrante,

¿carnalidad o intimidad beneficiosa?

La carga emocional solo puede vislumbrarse,

celos, espías, toda la maquinaria del estado

frente al apetito sin medida del monarca,

sin noticias de la cara oculta de la luna.

En el foco de los difamadores profesionales

todo se amplifica y distorsiona:

escritorio con fondo de biblioteca noble,

sentados ante una mesa de enorme dignidad

aseveran sin tapujos su verdad alcanzada.

Consejos, sentimientos, opinión pública, grabaciones:

primero impunidad,

luego extorsión sellada con dinero comunal,

la complicación del enjambre humano,

enfermedad y agotamiento regio.

Tengo la sensación de haber observado

el reverso oculto de la Historia,

decenas de puntos conocidos

unidos por hilos incógnitos de lógica aplastante.

La comunicación es un trampantojo

de gran belleza narrativa,

una estabilidad necesaria y reputada,

un agar nutritivo para la cohesión social humana.

Poema 229: Barrio Rojo

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Una mano cubre un pecho dorado

en medio del Barrio Rojo de Amsterdam,

lo que era singular ahora es indigno,

lo que era permisividad, ahora es sometimiento.

 

El dinero por encima de todas las cosas,

una huida hacia delante, libertad

por encima del humanismo o la igualdad,

el brillo dorado de la estética que todo lo tapa.

 

Las mujeres de los escaparates son exóticas

con pechos abundantísimos y poses cansadas,

entre el tumulto turístico de bebedores sin freno,

de risas bastas y enormes masas de carne.

 

Un atractivo turístico o un reducto del pasado,

una ignominia o la conquista de algunos derechos,

preguntas que nos definen como humanidad,

que nos alejan del ideal de justicia y bondad.

 

Pero no es un espectáculo para los ojos del turista,

es una realidad de carne y hueso

que al caer la noche mueve dinero y voluntades,

convierte el sexo en oficio y lo despoja de humanidad.

 

La ciudad es un zoológico de múltiples visitantes,

demasiada población flotante para museos y arquitectura,

el reclamo de drogas y sexo

acerca a la humanidad al machismo ancestral.

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Poema 220: Gatos

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La luz a esta hora invita al recogimiento,

aún no hace buen tiempo,

brillan las luces de la ciudad en el río

despiertan soledades olvidadas.

 

Una docena de gatos posa en el parque infantil

hay pocos transeúntes que los amedrenten

miran embobados esperando su comida

esa que a diario alguien les acerca.

 

Asomado al balcón del río observo la corriente

una mujer que pasea a su perro me observa

quizás me compadece o me ignora,

tendrá ya sus propios problemas intrínsecos.

 

Los gatos podrían atacarme si estuvieran hambrientos,

no creo que saliera bien parado del asalto,

mi presencia altera sus posiciones:

se alejan sin alejarse.

 

La fuerza del río es un imán para la conciencia,

el destello de la luz sobre la pasarela

y las sombras del mermado crepúsculo

estimulan los centros neurálgicos de la belleza.

 

He recordado al gato tuerto y a otros gatos:

en esa colonia de apacible apariencia

habrá luchas de poder, de vida y sexo,

morrongos descarriados que se asoman

a la oscura corriente del río.

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Poema 21: Cólera

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Amaneció lejos del poblado, aún encolerizado;

de un tiro certero con su honda, en la que cargó

toda la rabia que llevaba encima, destripó un pájaro

enorme al que churruscó como desayuno.

Todo en él era actividad febril, músculos tensos,

algunos bufidos de animal rabioso; control,

sabía respirar, dejar que el vacío le poseyera poco a poco

mas en unos instantes una fuerza interna primitiva

volvía a posesionarse de él. Disparó varias flechas

innecesarias, hasta que rompió el arco.

Ella lo había exasperado, no entendía muy bien cómo, ni por qué,

era algo que debía estar dentro de su naturaleza de hombre simple,

un hueco en su cabeza más allá de la caza y del sexo.

Quizás tuviera que ver con la supervivencia, una herencia

desconocida pero no inútil; algo le decía que no se le pasaría

hasta que se enfrentara a su cuerpo con un abrazo rabioso.

Volvió ceñudo, a grandes zancadas; ella al verlo venir así,

supo lo que tenía que hacer: primero se mostró públicamente sumisa,

después en el interior de su cabaña lo recibió con su cuerpo

amoldándose a las embestidas furiosas, acunándole el alma.

Ella lo mordió y lo arañó, disfrutó del placer único de su furia

durante horas, aplacó con todo su cuerpo la cólera acumulada,

la fuerza desatada del macho dominante y primigenio.

Sólo su propia sangre y un agotamiento supino lograron calmarlo.

Aún tenía fuego en los ojos, pero también un brillo de satisfacción

en la sonrisa esbozada al enfrentar su mirada con la de ella;

sus cuerpos tardarían días en recuperarse de aquella batalla sexual.

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