Poema 450: Nada es fácil

Nada es fácil

Ni el amor, ni el olvido, ni la secuencia

finita de las rutinas diarias

esas que te enorgullecen o te envilecen,

los hitos a modo de máximos relativos

que te hacen soñar con lo extraordinario.

Nada es fácil.

Las órdenes mentales que tu cerebro dicta,

algunas automáticas, otras dulcemente pesadas

en la balanza de perjuicios y beneficios,

decisiones mínimas sobre el empleo del tiempo

o sobre las servidumbres laborales,

el veneno de la responsabilidad y el del placer

que te encumbra o envilece.

Nada es fácil.

En una mañana del verano creciente

se dilucidan decenas de decisiones juguetonas,

laberinto del que eres incapaz de escapar.

La recomendación psicológica es crear

una burbuja de presente continuo

en la que nadar y bucear y explorar,

ir sumando puntos vitales de gozo y dicha

con las menores restas posibles.

Nada es fácil.

Ni los beneficios esperados a corto plazo

por el peso del deporte en tu smartphone,

ni la dieta escasa en grasas, alcohol y proteínas,

ninguna de esas decisiones insoportables

te hará más sabio, más feliz, más longevo.

Nada es fácil.

El olvido, la contemplación de la ruina

en personas con las que has compartido risa,

mesa, el milagro de la amistad liviana,

eliminar el polvo y enfocar en primer plano

montones de libros, palabras, recuerdos,

símbolos de otras décadas ya amortizadas.

Nada es fácil.

Solo la armonía recóndita de estas palabras

libera un sustrato de bienestar;

cierto deseo y ciertas esperanzas mundanas

hacen que el resto del día se arrastre

en los caminos hollados por la masa,

en la música que anoche te sonrió un instante.

Poema 421: Nunca es suficiente

Nunca es suficiente

No me he fijado en las flores, ni en nada nuevo

he contemplado el mar desde dónde lo hice una vez

entre juncos y plantas resistentes a la duna

he buscado los recuerdos, no descubrir matices

o hallar nueva belleza.

A veces la vida que he vivido me empuja

a revivir momentos, a revisitar lugares y personas:

ha pasado el tiempo y he olvidado,

a veces rememoro imaginando aquella escena

cómo era entonces, qué tribulaciones o presagios

me acompañaban cuando pisaba la orilla del mar.

Hay niebla y busco en ella poemas antiguos

sensaciones de capa y espada,

el tono gris bajo la cúpula del filtro tan pucelano,

achaco la falta de intensidad al poco dormir

o al agotamiento de tantas pequeñas cosas,

a la responsabilidad que no me abandona.

Mantengo un perfil plano y suave,

lecturas discretas y leves, un poema aquí, otro allá,

complacencia en lo que escribo:

no molestar ni incidir, no perturbar a nadie.

Poemas de repetición, fotos ya vistas,

la cantidad de cosas que suceden cuando nada sucede,

el listado delator de preocupaciones y ocupaciones

nunca es suficiente, nunca suficiente.