Poema 421: Nunca es suficiente

Nunca es suficiente

No me he fijado en las flores, ni en nada nuevo

he contemplado el mar desde dónde lo hice una vez

entre juncos y plantas resistentes a la duna

he buscado los recuerdos, no descubrir matices

o hallar nueva belleza.

A veces la vida que he vivido me empuja

a revivir momentos, a revisitar lugares y personas:

ha pasado el tiempo y he olvidado,

a veces rememoro imaginando aquella escena

cómo era entonces, qué tribulaciones o presagios

me acompañaban cuando pisaba la orilla del mar.

Hay niebla y busco en ella poemas antiguos

sensaciones de capa y espada,

el tono gris bajo la cúpula del filtro tan pucelano,

achaco la falta de intensidad al poco dormir

o al agotamiento de tantas pequeñas cosas,

a la responsabilidad que no me abandona.

Mantengo un perfil plano y suave,

lecturas discretas y leves, un poema aquí, otro allá,

complacencia en lo que escribo:

no molestar ni incidir, no perturbar a nadie.

Poemas de repetición, fotos ya vistas,

la cantidad de cosas que suceden cuando nada sucede,

el listado delator de preocupaciones y ocupaciones

nunca es suficiente, nunca suficiente.

Poema 392: Esa sensación

Esa sensación

Esa sensación de enjambre humano,

agitado, hiper estimulado

arrastrado por él

difícil de controlar una vez en movimiento:

¡Vivid y disfrutad que el tiempo se acaba!

Desconecto noticiarios y opiniones,

me alejo de sucesos y calor mediático,

ocupado en el vacío que deja un poema con éxito,

la espera atenta a una novedad creciente.

Leo y leo, agito hilos invisibles, entrevistas,

el sosiego de quien apenas influye

y lo está diciendo todo.

Esa sensación de ola sobre la que surfeo,

no de forma voluntaria:

asomo la cabeza un instante y veo el panorama,

para volver a centrarme en sobrevivir.

A menudo me siento manipulado,

bien de forma local, bien de forma general,

improviso palabras sobre las que construir hipótesis,

teorías surgidas de la necesidad explicativa y coherente.

Otras veces soy un eslabón, necesario o no,

una cadena de transmisión

a la que otros se enganchan, o acercan o permean,

una luz o una oscuridad, quizás una expectativa.

Esa sensación no me abandona, no descansa,

el tiempo que nos queda de Caballero Bonald,

esa inoculación poética que penetra en la carne

y la deja ya inmarcesible para siempre.

Poema 309: La llamada de los libros

La llamada de los libros

Hubo un tiempo en que leía con tiempo por delante.

Retazos del final de un libro.

Un poema interrumpido por una idea.

Voces de vecinos que se filtran familiares.

Me siguen llamando.

Una escena me abre a la intensidad de un olor

insoportable.

Al frío en las orejas en días en la calle.

Lejos los libros, lejos el ahora.

En ese condenado poema larguísimo

no sobra nada,

ni una coma, ni una sensación:

está construido con tales retazos que te atrapa

en la semioscuridad erótica del cuarto.

Engaño, autoconocimiento, un regalo para la inteligencia.

Levanto la vista y sale Babilonia o Cheever.

Ahí está el futuro y todo mi capital.

Los colores, el papel, los recuerdos.

Poema 202: Homenaje

Homenaje

«¿Qué se llevan los muertos en el viaje?
¿Qué se abisma en sus ojos hacia dentro?
¿Hacia dónde cae o sube?»
José Manuel de la Huerga “La casa del poema”

IMG_20190201_105546Días, horas, minutos y segundos,

han pasado con vértigo de actividad,

con opiniones y voces,

protagonistas y ajenos al tiempo.

 

La palabra se hace casa y retorno

en las palabras inocentes de los alumnos,

voces inseguras, auténticas,

alejadas de cualquier impostación poética.

 

La casa del poema es mi tierra,

es tu tierra, el camino de tu infancia,

su voz recordada para sus familiares,

a cada cuál le llega un estímulo de emoción

en la sonoridad de un tiempo perdido.

 

Jóvenes y docentes, autoridades y amigos,

un cúmulo de seres vanidosos

o expectantes en la honra del difunto:

orden estudiado y trabajado,

discursos y alocuciones profundas,

un camino de palabras de serena armonía.

 

Ambiente cálido y de desasosiego contenido,

belleza y sencillez,

una ofrenda a los supervivientes,

símbolos y lentas frases pronunciadas

como ofrenda inmaculada,

quizás protección del viviente.

 

No todos caben por la ancha puerta,

el pudor bloquea más que los cuerpos,

el saludo y la sonrisa se elevan sobre lágrimas

ya serenas en la asunción de la ausencia infinita.

 

Expiación, purificación, catarsis,

decenas de humanos han creado una fraternidad

momentánea de ojos lacrimosos

y recuerdo ya mitificado o embalsamado

de quien perduran sus libros relucientes.

 

El acto es una comunión gloriosa de los presentes,

enaltecimiento y descarga de conciencias,

recuerdos y fijación en la memoria,

también ofrenda y respeto,

la sociedad unida en contra de la muerte.IMG_20190201_182058

 

Poema 183: Te hundes

Te hundesIMG_20150918_085857

Te hundes en hemiciclos imaginados,

levantas pólvora tropical,

hay uvas que desatan nostalgia,

flores y semillas llegadas desde la infancia.

 

Hay nubes en el ocaso veraniego

que ya has fotografiado,

nudos en el cielo, en forma de globos aerostáticos.

 

Estás solo y lo disfrutas de forma inexplicable,

abres un libro y lees en voz alta

y las metáforas van liberando otros nudos

de tu mente pacata sometida a algunas normas.

 

Libertad para el uso del espacio,

el campo de juego se duplica, triplica, quintuplica.

 

Eres un ser ojival que apuntala techos invisibles

y deja pasar la luz.

 

Te hundes, pero tu experiencia te serena:

dormir y escuchar a Monteverdi,

un cierto aseo y la caricia del agua,

la tormenta en toda su belleza

apenas permanece unas decenas de miles de segundos.

 

Has educado la luz íntima

para que estimule tus neuronas creativas,

abres y cierras sinapsis de una forma no del todo aleatoria.

 

Ahí hay un poema sorpresivo,

elíptico y sanador de conciencias.

 

El cristal te atraviesa sin daño aparente,

solo cicatrices emocionales que a nadie preocupan.

 

No eres héroe, ni mártir. Sobrevives,

dejas tu pequeña huella en el paisaje lunar de tus genes:

ladrillo de Lego con forma extraña.

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Poema 172: Palabras en la pared

Palabras en la paredIMG_9211

Unas palabras en la pared, cuatro versos,

el poema en el poema,

el río y la pequeña muchedumbre

que se acerca a mirar o a leer,

sin devoción ninguna.

 

Palabras insignificantes, lectura;

el carrizo quebrado por la crecida

silabea en la corriente del Duero.

 

Un violín desgrana notas mozárabes,

de cantiga o de canción de ausencia.

 

La fuerza del deseo en la pared blanqueada,

autor y lector, apenas una sombra:

has visto el sexo del pato salvaje

y ahora desprecias la geometría de su avance.

 

¿Qué importa el ángulo, el color del agua

o el vórtice de su nado?

 

Una señora se acerca y susurra escéptica

el hermetismo de tu poema,

el abrupto final se prolonga en su mente

como un microrrelato abierto.

 

No asimilas todos los versos que son leídos,

voces magníficas, arte y oficio;

más tarde, en alguna fotografía, descifraras

los pequeños detalles poéticos.IMG_20180427_181843 (1)

 

 

 

 

 

Poema 98: Vagabundeo hogareño

Vagabundeo hogareño

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Das vueltas por la casa sin hacer nada,

lees un artículo, miras el móvil,

inconsecuencias y tonterías

vanas ocurrencias, una imagen

para el consumo rápido.


Observas tus lugares: libros, un mueble,

unas fotos o un cuadro,

la casita de muñecas que construiste

pacientemente en tu juventud,

todo en lo que posas la mirada

te proporciona una cierta seguridad.


Eres libre de considerar el tiempo discontinuo

por muy errado que estés.

Placer o dolor al caminar

te detienes a leer un poema

o a jugar a las cartas con el niño.


Apocalipsis, yugos, errático vagabundeo.

Tu sombra en un espejo plano

evidencia tu edad o tu disgusto

o enciende la luz en tus ojos

en ironía continua impagable.

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