
Sentarse
Las protagonistas se sentaron a opinar
en torno a un libro,
se sentaron a protestar en medio de la calle,
cada cual buscaba su identidad
no perder esa humanidad tan cara,
contraponer su poder colectivo
a esa marioneta frívola y provocadora.
Vi volar un edificio y después otro,
constancia y contumacia en la destrucción,
una y múltiple, en el avispero del mundo occidental.
Los pequeños éxitos se retroalimentan,
belleza interior y exterior y dos besos inesperados
mientras contemplaba Usos amorosos de la posguerra,
un universo diferente, un salvavidas en el vacío acontecer.
Clamaban con los colores de la derrota, del hambre,
de la destrucción,
banderas, pañuelos, la superioridad ética sin retórica.
Alguien comentaría después la presencia extraña
de un espontáneo con gorra y bermudas:
risa y zarabanda, apertura Kachaturian,
y el vuelo desenfrenado de la imaginación verbal.
Reventaron vallas y costuras y el tiempo y la exhibición
se detuvieron simultáneamente
y reinó durante horas ese caos alegre y festivo
aun sabiendo que solo era una batalla lejana comunicativa.
Una luz en el bosque de abetos en penumbra[1].
[1] Ana Ajmátova, Poema sin Héroe


