Lorca no descansa
Lorca no descansa en Granada,
la ciudad le da la espalda,
vive para el turismo de la Alhambra.
Lorca tiene lectores extranjeros,
lenguas encendidas con sombrero,
hermosas muchachas que le velan
al pie de su centro viajero.
Turistas de las tapas admirados,
curiosos de cuentos alhambrinos,
contemplan el fulgor de cada ocaso,
se miran en ojos anodinos.
Lorca clama su obra en cada calle,
su vida truncada en cada esquina,
rosal, jardín, naranjo o mandarino,
honda amargura de piel mezquina.


