Poema 653: La casa de mis padres

La casa de mis padres

El regreso a la casa familiar está lleno de placeres:

coger higos directamente de la higuera,

comer un tomate recién cortado de la mata,

darse un baño nocturno en una piscina caliente,

disfrutar de una cena en el patio en medio de la familia.

Cantan los pájaros al abrir la ventana por la mañana,

el colorido es indescriptible: geranios, hortensias,

rosales silvestres o delicadas rosas,

ánforas de tiempos inmemoriales, una damajuana,

y el verde frondoso de setos, árboles y céspedes.

El centro de gravedad territorial es este:

las paredes que ayudaste a restaurar, el diseño

de parterres y huertos, el enjalbegado del recinto,

cavar y cavar para convertir un solar en un vergel.

Leer o escribir en este lugar es otro gozo matinal,

tanto como el cariño y el respeto que se respira

en medio del clan familiar siempre dispuesto a acoger

siempre dispuesto a cohesionar a sus individuos.

Poema 457: Rayo fulminante

Rayo fulminante

                        Para Miguel Ángel

que siempre ayudaba a todo el mundo.

Llegó, –tensa espera–, fulminante,

cuando el ascenso parecía esperanza

creando un desorden temprano,

un vórtice en todo cuanto ocupaba.

Suma de excesivos recuerdos, cariño,

fórmulas de cortesía y palabras profundas

que atañen al lado pragmático de la vida.

Casa faro y luz en la esquina emblemática,

guía y consejero, gran hacedor, solucionador,

infatigable vecino, pariente y amigo.

Temperamento y voces extemporáneas,

nervio puro, eslabón y memoria,

defensa del menos común de los sentidos.

Indefensos y embriagados por su ausencia

velamos humildemente familia y obra,

un tiempo difícil y repleto de boquetes.

El rayo fulminante cayó inesperado,

convirtió en luto la celebración,

interrumpió la senda, ya apacible,

de contemplar los frutos de su amor.

Poema 356: Navidad

Escucho retazos del violín de mi hija,

se abre la niebla y ha salido, tibio, el sol.

Lo que parecía un titubeo violinístico

es ahora una melodía continua.

Se han levantado llenos de energía,

tras pequeñas riñas, abrazos y movimientos

se han dirigido a sus instrumentos musicales

y han llenado la casa de notas,

de cálida alegría.

La frontera exterior se difumina lentamente,

dentro de unas horas nos integraremos

en una corriente más grande:

amplias tradiciones, el fuego de otro hogar,

cánticos, regalos y sorpresas,

las múltiples presencias reconfortantes.

Cada instante sigue siendo una maravilla

una suma de recuerdos, de burbujas

de múltiples hilos que convergen o divergen,

los logros del esfuerzo vital y los sacrificios.

Vuelvo a la melodía que se ha afinado,

a los golpes sordos en las teclas del piano silenciado

y por un instante no existe nada más en el mundo.

Poema 198: Calles y piedra

Calles y piedraIMG_2897

Calles y piedra y el aliento de la niebla

persigue conciencias y ánimas,

despierta sueños y vuelos de aves migratorias,

el milano de cola de tijera

al acecho del surco oxigenado del arado

cae en picado atajando a su presa.

 

Un impresionante paisaje de montañas

superpuestas en el poniente,

muestra tu nimiedad personal,

penetra como el fulgor del frío en tus huesos,

azulea tu aura de turista observador.

 

Palabras en desuso vivas en las macetas,

el pueblo solitario en la hora del ocaso,

calles tuertas, un castillo silueteado;

allí resuenan tus pasos fantasmales

en la calzada romana y el puente.

 

El aura familiar envuelve y protege,

el museo se muestra en escenografías

disimuladas durante decenios en cada calle,

en cada rincón, cada fuente, cada esquina,

un trampantojo sin fisuras aparentes.

 

La belleza es la hora del ocaso

o la ausencia de transeúntes y pobladores,

quizás la pertenencia al clan que campa

a sus aires sobre las piedras milenarias,

o el aire limpio que penetra en los pulmones.

 

Paz y armonía, momento irrepetible,

la conjunción de detalles y algarabía infantil,

una foto aquí y otra allá, el cuidado de la luz

más apreciada que nunca

glorifican el día y lo encumbran a mito y leyenda.

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