Los ojos de las gaviotas
La gaviota se desliza sobre esa corriente
invisible de aire,
no deja apenas vórtice en el dulce planear,
aporta elegancia y una silueta esbelta,
y sobre todo despierta del deseo de volar.
Contemplas tú también tu mundo desde el aire,
protegido por una distancia prudente;
tan solo puedes elegir la corriente
para trazar círculos de observación diferentes,
zona de confort, asegurada la belleza y la duda.
La brisa marina cargada de yodo es un opiáceo
irresistible y cegador,
en estos días de sol y calma la vida parece sencilla,
solo algunos agudos gritos indican peligro
o la excitación creciente de una posible reproducción.
Tus percepciones están llenas de colores difíciles
de definir con precisión,
el espectro visible humano parece ser muy restringido,
alcanza apenas los cuatrocientos nanómetros
de una precisa longitud de onda, como ella insinuó.
Los ojos de las gaviotas son una incógnita
que trato de aprender en Wikipedia:
gotas de aceite rojas y amarillas en sus receptores de color,
percepción del espectro ultravioleta para el cortejo,
detección de los campos magnéticos en sus desplazamientos.
La sinestesia te orienta en caso de duda,
advierte de un peligro o te señala afinidades electivas,
más allá del plumaje ultravioleta, elabora una divinidad
en el centro de tu cerebro evolucionado:
azul reflejo del cénit o verde esmeralda perfectamente pulido.
