Corriendo por el canal
Las zancadas se suceden por el canal de Castilla,
apenas me alcanza el resuello para hablar con mi amigo,
para rememorar hace treinta años
cuando el catedrático de análisis matemático
nos narraba sus paseos por ese mismo camino.
Hace una mañana espléndida de otoño,
los chopos de la orilla amarillean sin pudor;
una familia de patos viaja en el vórtice en forma de uve
que uno de los progenitores dibuja en el agua,
huele a higos maduros y a las hojas marchitas en el suelo.
Aquel hombre nos hablaba de Benito Pérez Galdós,
de la lectura de su obra completa,
de novelas que no habíamos leído y de Episodios Nacionales,
lo comparaba con Cervantes y le confería un aura de erudito.
Descubrí a Galdós a través de Emilia Pardo Bazán,
de las cartas que ella le enviaba
desparecidas las de Don Benito en el pazo de Meirás
durante la dictadura gris aciaga para la cultura.
El apetito del catedrático por Galdós era insaciable,
casi tan inflamado como las “Cartas a Miquiño”,
como la abundancia de sensaciones en el curso del agua.
Aquel hombre falleció hace años pero perdura su memoria
al trotar por el paseo que él frecuentaba.
En la mañana de octubre se activan resortes del ayer,
el lujo de una conversación entrecortada al aire libre
mientras los pulmones administran el aire
necesario para el esfuerzo enorme que estamos realizando.