Poema 661: Vértigos

Vértigos

Los días se balancean de forma tenue

dejan de ser estáticos, irrelevantes

para transfigurarse en frenética oscilación.

La verticalidad es un lujo soberano:

fijas la vista y sigues corriendo,

despreocupado por las raíces u oquedades.

Dormir es un acto de rebeldía,

despertar es una lotería maximalista

mientras te acercas al espejo dictaminador.

La vida continúa, los nombres, los saludos,

los hitos en el camino laboral,

los premios nobeles que algún día no escucharás.

Ejercitas tus músculos sin perseverancia,

te aíslas de malos hábitos lecto-escritores,

cargas con pesos insoslayables en tu espalda.

Surgen consejos por doquier, sesudos o irrelevantes

difíciles de llevar a cabo en la vorágine vital

en el carácter que te acompaña desde siempre.

La inestabilidad es asumida como banal

por todo tu entorno y por ti mismo,

una molestia pasajera que no afecta a tu integridad.

Continúas escribiendo, corriendo, conversando,

meditas acerca de la levedad personal,

de un futuro incierto o desértico o vertiginoso,

mientras transcurren los soleados días de octubre.

Poema 527: En el aire

En el aire

En el aire estuvieron las acrobacias,

llegaron a toda velocidad tras una tarde de lectura,

las cervicales, el esfuerzo por no tener gafas de cerca,

el orgullo de atravesar raudo la ciudad en bicicleta.

Pasan los acontecimientos apresurados,

con una leve percepción de la intensidad,

del momento tan especial que supone cada acto.

Me demoro en la escritura de algunos detalles,

un paseo soleado por el canal, una piña verde,

el final del curso sostenido durante varias semanas,

celebraciones, conciertos, lecturas, palabras,

un diálogo de vital importancia en una minúscula vida,

la nimiedad de la propia existencia.

El equilibrio de la mente, del peso de cada acontecimiento,

quitarte los asuntos de encima como piezas de un tetris,

encajar absurdos y huecos lo mejor posible

aquellos hechos sobrevenidos, veloces, imparables.

En el aire comprendes el riesgo, la habilidad extrema,

el peso psicológico de cuanto sujetas en tierra,

te esfuerzas por la estética y el ritmo y la música,

despejas todo lo accesorio, te encuentras a ti misma.

Entrevés las nubes extrañas en el cuasi solsticio,

te preparas para captar ese instante de belleza fotográfica,

e inmediatamente incorporarte a la corriente cotidiana:

cenas, logística, aprovisionamiento;

desearías estar en el círculo del arcaico sepulcro de corredor

apenas marcado ya con unas piedras,

visible desde el valle, olor a cereal y a tierra húmeda,

sentir la luz, la caída de la tarde, la noche, la soledad

e incluso el miedo atávico a cualquier alimaña.