
Los acontecimientos
Se suceden eventos, celebraciones, efemérides,
la lucha de la memoria por sostener
unos recuerdos por encima del largo olvido.
Cuando se difuminan las imágenes y sensaciones
queda un poso difuso, etéreo, amalgamado,
de un gran peso específico en la vida,
un escudo magnético protector
capaz de generar auroras boreales bellísimas.
El lamento surge de la velocidad exponencial
de la acumulación de odiseas narrativas efímeras,
de la levedad con que habitas tu biografía.
La belleza es una gran enemiga,
satura tu retina, te hace henchir el pecho de gozo
y te desarma frente al pensamiento crítico:
un campo verde y feraz, los caprichos de las nubes
en una espléndida puesta de sol,
la sensación de potencia en las piernas al pedalear,
todas esas cumbres, cúspides, apoteosis,
alabean tu futuro recuerdo, introducen pesos
capaces de deformar la sencilla apariencia.
Un acontecimiento eclipsa a otro
en una sucesión ficticia y absurda, veloz,
que necesitaría de una absorción logarítmica
cargada del sosiego de un número áureo,
una convergencia necesaria en la escala humana.
