
Viajar
Existe un abismo entre lo que percibes,
lo que sientes, lo que otros te cuentan:
existe la belleza en el campo,
el trino de los pájaros,
la luz del atardecer o la creación artística.
Frente a esto hay ruido, contaminación,
comisionistas, políticos que gestionan a su favor,
una caterva de personajes inútiles,
capaces de entretener a los demás en minucias.
La vida no suele dar tregua: amor, desamor,
desconfianza, injusticia.
Hay incluso una vida virtual
en la que se replican los problemas de la vida real.
Viajas y observas, luz dorada, diversión,
cultura a borbotones, cierta ecología,
aprendes y transmites y fotografías
y ese poso enciende caminos interiores
te perturba y te conmociona y te aprieta,
sientes un deseo desbocado de abrirte a todo
antes de que la realidad finita y acotada
te obligue a asumir pequeños actos y grandes obligaciones.
Te abres a la idea de muchas lecturas imposibles:
tendrás que elegir, descartar, hacer prospecciones
mientras estás ilusionado por un cúmulo de posibilidades
y esa ilusión te propulsa y eleva
te vuelve pedante y te encierra en una burbuja
tan irreal como todo lo que existe.
El viaje te ha devuelto estímulos y análisis,
una sensación de infinitud en el vuelo
antes de que el laberinto de cada día te absorba
hasta dejarte incapacitado en el quehacer diario.
