Misa de Navidad 
Todas las personas son grises en esta iglesia,
las lápidas del suelo rezuman humedad,
gabanes y abrigos oscuros visten a los comulgantes,
quizás yo también soy gris aunque me vea azul.
Evalúo los cuatro gruesos pilares de la estructura,
piedra, ladrillo, mampostería,
toda la escayola de la decoración, venida a menos
como las cabezas de los ancianos del último banco.
El sacerdote habla de la fuerza divina de cada humano,
quizás alguien le escuche su arenga;
dentro de veinte años yo seré el anciano gris
y puede que siga evaluando la arquitectura.
Me fijo en una virgen con niño, una moreneta,
donación del año cuarenta y dos cubierta de polvo,
indago en los hermanos donantes de la poyata,
quizás fue un expolio de guerra en otras tierras.
Hay una acumulación desordenada del santoral,
gentes que dejaron su minúscula huella,
huesos en el subsuelo de toda la nave central,
un presente de subsistencia que no sé cuanto durará.


