
Este veranillo eterno
Este veranillo eterno se desvanece
en tardes soleadas de octubre,
en olvidados paseos en bicicleta,
en pequeños dolores que amplifican
un nudo interno impenetrable.
Devoro la primera hora de escritura
cual yonqui de su tiempo productivo
por obra y gracia del maestro hacedor
de horarios, gran filósofo conversador.
No hay proyección micológica en el horizonte
y las labores agrícolas van con retraso,
los caminos áridos y polvorientos
dejan en el ciclista pulmones resecos,
mientras observa disgustado las máquinas pesadas
que convertirán un valle arqueológico
en un productor desmesurado de fotovoltaica.
En los amaneceres observo la luna poniente,
más tarde el bidón encendido o el río estático
en el que se divisan las piedras del cauce.
Los poemas se volverán húmedos y otoñales
en cuanto aparezcan las primeras lluvias,
como corresponde a la melancolía naciente
que bebe en estas mañanas de la lecto-escritura.
