
Amistades físicas
Corríamos por el Pinar de Antequera
afianzando la edad desde hacía lustros,
también una amistad del corredor
intercambiando estados físicos y anímicos.
–No paran de hablar esas mujeres caminantes–,
dijo el más alto de nosotros;
–Van sembrando palabras por el pinar–,
le respondí en un arranque lírico.
–Qué metáfora más bonita–, me espetó.
–Algún día crecerán– le dije, –y no será tan hermoso–.
En estas, llegó otro poeta en bicicleta
y se detuvo, conversador y amistoso.
Las damas emprendieron el camino de vuelta
comentando asuntos procesales.
A diferencia de nosotros, la más alta iba en cabeza.
Terminamos el ritual dominguero
recolectando unos espárragos trigueros,
hablando de probabilidades y apuestas
y de los arqueólogos poetas o vigilantes jurados.
La liturgia amistosa por hoy había terminado.
