Rutinas de la mañana

Despedir a mis hijos camino del instituto

desde la ventana panorámica

es el acto más importante de cada mañana.

En ese observar unos minutos la calle

atisbo el caminar indolente de dos bancarios

en busca de su primer café,

la masa imponente del río Pisuerga

cargado por las lluvias y la nieve del norte,

otros escolares bajo el peso de sus mochilas,

la procesión de automóviles ruidosos en el semáforo.

Hay días en que aún la luna no se ocultado,

otros en los que llueve o hace un viento gélido;

hay días que invitan a no salir demasiado de casa

y otros en los que la luz se expande e incita a la exploración.

Los minutos siguientes en los que leer un poema,

escribir en pocas líneas las sensaciones matinales,

organizar los asuntos pendientes del día a día,

recoger la cocina y acaso cocinar algo sencillo,

constituyen una base de la felicidad cotidiana

que solo la enfermedad o el malestar perturban.

Algún día terminará esta sucesión indefinida de presentes,

las rutinas serán otras, las expectativas también.

Ahora buscaré entre las fotos azarosas o premeditadas

alguna con la que publicar esta especie de poema

en el blog que se acerca a las seiscientas entradas.

Después el trabajo me absorberá por completo

y ya la vorágine docente-administrativa

engullirá cualquier forma de pensamiento baladí.

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