Poema 311: Seda

Seda

Aquella chica que lee acurrucada en el sofá

al lado de la chimenea

mientras todos duermen en la casa

está creando una imagen idílica para siempre.

No importa el libro, aunque lo memorizará

en su mitificación,

importa el lugar y la circunstancia, la belleza

el bienestar que está sintiendo,

lo singular que ella es en ese grupo y en cualquier otro.

Ya no es una chica, es una mujer

y se ha arreglado para tomar un café conmigo.

Casi solo existen sus ojos que devoran palabras,

enhiestas pestañas que los agrandan;

hace preguntas clave y con ellas crea un mundo

lo desarrolla en una maqueta

construye gruesos cimientos bien soportados

duda, y en esa duda está toda su energía.

La luz intimista de la chimenea dota de continuidad

a las palabras fabuladas,

después vendrá el esfuerzo, la evaluación

el gusto innato por aprender cada mecanismo.

La literatura ha amortiguado la competitividad.

Poema 310: Belleza

Belleza

La belleza es un estado de ánimo,

está por doquier cuando decides mirar

o escuchar o tocar o paladear u oler.

El musgo verde-intenso en la parte norte de los árboles,

el doloroso color naranja de un pino recién cortado,

las aguas revueltas del río Duero de color chocolate

forman un todo capaz de embelesarnos.

Pero también una predicción cumplida es bella.

Y una construcción matemática.

Descubro que hay ojos que se clavan en los míos

al cruzarme con alguien en la calle.

Rostros de mandíbulas incógnitas, todo ojos,

formas de hermosura local.

La belleza es un gráfico favorable.

A veces sobrevive todo el día en unas nubes

capaces de cobrar vida en el ocaso.

Allá donde hay una grieta o una secuencia alterada,

una singularidad o una sorpresa,

allí está el punto de fuga y el concentrador,

el enorme imán que te atrapa para siempre

que hace que trasciendas tus límites humanos.

Poema 309: La llamada de los libros

La llamada de los libros

Hubo un tiempo en que leía con tiempo por delante.

Retazos del final de un libro.

Un poema interrumpido por una idea.

Voces de vecinos que se filtran familiares.

Me siguen llamando.

Una escena me abre a la intensidad de un olor

insoportable.

Al frío en las orejas en días en la calle.

Lejos los libros, lejos el ahora.

En ese condenado poema larguísimo

no sobra nada,

ni una coma, ni una sensación:

está construido con tales retazos que te atrapa

en la semioscuridad erótica del cuarto.

Engaño, autoconocimiento, un regalo para la inteligencia.

Levanto la vista y sale Babilonia o Cheever.

Ahí está el futuro y todo mi capital.

Los colores, el papel, los recuerdos.

Poema 308: Ese tiempo desperdiciado

Ese tiempo desperdiciado

Ese tiempo desperdiciado no es mío,

es algo ajeno que me acontece y arrolla,

el vehículo imparable, gran tonelaje

de banalidades sin fin.

Raramente me enojo cada día

solo sombras de puerilidad o de imbecilidad

una invasión capitolina, una balanza

en la que no salgo bien parado.

El enorme placer de madrugar en soledad

de contemplar los tejados blancos por la helada

o la luna que ya difusa se oculta deprisa

como si no quisiera ver el desmadre

de tipejos que no cumplen las normas pandémicas.

La belleza es de una soledad desconcertante,

también la lectura,

abro un cuaderno con páginas blancas por delante

y garabateo lo que libremente fluya

sin cortapisas ni censura.

La alegría es efímera, o al menos esa alegría.

Soy consciente de que vivo dedicado a una suma

de instantes:

fotografías en ese momento de luz, un encuadre

efímero en un barrido ciclista,

el olor de un bosque en el que encuentras un níscalo,

esas nubes de formas aleatorias movidas por el viento.

Llega enseguida la alegría social impostada,

el juego maldito en el que acepté participar.

Estoy sometido al contraste necesario,

a un contrapunto de muchos instrumentos que dialogan,

una suma neoliberal de valores cotizados:

familia, soledad, abrazos y besos,

buenas y malas noticias, inestabilidad, energía,

ese instante en que la orquesta resucita las Variaciones Enigma,

una voz que decanta notas mágicas tras una ventana

horas antes del solsticio.

Mi tiempo social es melifluo,

contrapesado por decenas de libros apilados

esperando su lectura urgente y deseada.

Cuando haga balance vital habré olvidado los intersticios,

ese tiempo ya inexistente

en aras de belleza, cariño y una cierta soledad de fondo.

Poema 307: New age

New age

Nunca vi un cortejo fúnebre en un lugar turístico,

eso se esconde y minimiza.

Y sin embargo por entre los canales de Amsterdam

pasaron seguramente barcazas funerarias.

Ahora los viejos han sido expulsados de la ciudad

con añagazas economicistas

y la promesa de comodidad y de contemplación

de hermosas vacas frisonas,

de kilómetros de invernaderos repletos de tulipanes.

Dice M que encontró a un niño volando una cometa

sobre las tumbas de un cementerio guatemalteco,

una imagen de agencia Magnum,

una declaración cultural

capaz de anular el Lonely Planet que venía usando.

La muerte en Venecia crea una atmósfera decadente

que se suma a los atractivos turísticos de la ciudad

solo en la imaginación del viajero

plagadas las calles, plazas e iglesias de cruceristas

con prisa como yo mismo.

Solo un funeral de estado es imaginable

bajo la sombra de la Torre Eiffel,

o en los alrededores desiertos en estos días pandémicos

de Times Square.

Pero sin duda uno puede encontrar en Youtube un funeral

colmado de boato y majestuosidad en la abadía de Westminster

o en la plaza de San Pedro.

Por las calles de Brujas avanzan los carruajes negros y dorados

en un desfile fúnebre impagable para un turista

afanado en selfies y encuadres imaginativos.

Surge una nueva era de muerte y espectáculo.